Es urgente frenar el deterioro en el Metro de Caracas y sus trenes


No quiero seguir aburriendo con historias del Metro, de esas que te ocurren cuando regresas con comida a tu casa a las 6 de la tarde, en un vagón con 900 personas, sin aire acondicionado y sales todo sudado, empapado, arrecho y maldiciendo.

Pero alguien tiene que hacer algo con los trenes, que se están deteriorando rápidamente. Hoy, el tren que me devolvía a mi casa como a las 6 de la tarde pegaba fuertes frenazos dentro de los túneles. Todos estábamos molestos por los golpes y zarandeos que eso causa en un tren lleno de gente, y la reacción obvia de muchas personas es culpar al conductor creyendo que es que "no sabe manejar". Pero obviamente algo pasa cuando el tren avanza 10 metros y hace un frenazo, luego avanza 20 metros más y sufre otro frenazo, etc. No puede ser culpa del conductor.

El tren estaban saturadísimo de gente, no cabía un alma más y hacía un calor insoportable por la falta de aire acondicionado. Un bebé lloraba sin pausa a 10 metros de donde yo estaba, y un tipo que estaba sentado con su hijo de 7 años frente a mí, lo que hacía era pegarle gritos a la madre del bebé: "¡Dale teta! ¡Dale aire! ¡Ese lo que tiene es calor!"

Los frenazos retrasaban el avance del tren, por lo que parece que, desde el Centro de Control de Operaciones, le dieron orden al conductor de tener "tiempo mínimo de parada" en las estaciones, lo que significa que, apenas llegue a una estación y se abran las puertas, tiene que dar un par de segundos y cerrarlas de nuevo. El operador lo anuncia por los parlantes, lo que solo causa descontento entre la gente: Quienes usamos el Metro sabemos que eso del "tiempo mínimo de parada" es una absoluta idiotez diseñada por algún burócrata en los buenos tiempos del Metro, pero que hoy sólo jode más a la gente y a los trenes, porque la gente pasa muchísimas incomodidades para salir de un vagón absolutamente lleno de gente, y si suena el pito de cierre de puertas mientras están saliendo, la gente que está afuera del vagón, esperando para entrar, se desespera y empujan para ingresar a la fuerza; ocurre un forcejeo en el que nadie sale, nadie entra y uno ve cómo la gente se golpea entre sí sin importar que alguna señora cargue un bebé encima o jale de niños pequeños. Además, todos forcejean con las puertas para evitar que se cierren, dañándolas.

Es, simplemente, la guerra pueblo contra pueblo para entrar o salir, mientras un operador intenta hacer valer un principio ridículo impuesto por unos burócratas en el centro de control, para intentar hacer que el tren funcione más rápido sin éxito alguno.

Y es que, a pesar del tiempo mínimo de parada, el tren seguía con sus frenazos que le impedían avanzar a una velocidad decente. Llegando a la estación Chacao (yendo en dirección Palo Verde), el operador advierte que el tren presenta una falla y pide a las personas en el cuarto vagón permitir el paso del personal operativo, que necesitaban hacer algo en el vagón. Estuvimos parados allí como 10 minutos, y sea lo que sea que hicieron los operadores, no funcionó: el tren arrancó, pero los frenazos continuaron. Así que el conductor informó que el tren presenta fallas graves y que, en la estación Altamira, debía ser desalojado.

Se abren las puertas, apagan las luces y nos bajamos a regañadientes, molestos, mentando madres, teniendo una mínima esperanza en la promesa del conductor, de que el siguiente tren vendría vacío. Cuando el tren dañado por fin arrancó y partió, las personas que quedamos en el andén -absolutamente lleno de gente- observamos que, en uno de los vagones, la gente se rebeló y no se bajó.

Pocos minutos después, llegó a la estación el tren vacío que nos recogió. Toda una odisea entrar y caber todos los que estábamos en el tren dañado, más todos los que esperaban en el andén de la estación Altamira. Sin embargo, pasaron 10 minutos y el tren no arrancaba... supongo que, en la siguiente estación, los trabajadores del Metro estaban lidiando con la gente rebelde que no se quiso bajar del tren anterior.

Y, cuando habían pasado esos 10 minutos, anuncian por los parlantes que nuevamente el tren en el que nos acabábamos de subir no prestaría servicio comercial "por una falla en los frenos". La gente, mentando madre como nunca. Sin embargo, no apagaron las luces del tren y la gente no se bajó. Lo volvieron a anunciar reiterando la "falla en los frenos", pero igual la gente no se bajó. De pronto sonó el pito de cierre de puertas, el tren arrancó y nos fuimos todos.

No había tal falla de frenos en el nuevo tren: Era una instrucción contradictoria que denotaba los problemas internos de comunicación que tiene la gente del Metro. El tren siguió funcionando "normalmente" y nos llevó a todos a nuestros destinos. Pero no sin haber pasado el triple del tiempo normal en llevarnos, no sin hacernos molestar y arrechar, pasar mil molestias, golpearnos entre todos, insultarnos, agarrarle aún más arrechera al gobierno -porque, sin importar las sanciones, bloqueos, medidas coercitivas unilaterales o como le quieran llamar a las Ordenes Ejecutivas de Donald Trump, la gente con quien se molesta es con Maduro-.

Llegué a mi casa completamente sudado y empapado. Muchas veces he llegado así a mi trabajo, con mucha vergüenza con mis compañeros, teniendo que estar sudado y oliendo mal todo el día por culpa del Metro. Quienes vivimos en lugares donde sólo ponen agua dos días a la semana, con el jabón de lavar ropa tan costoso y con nuestra ropa tan deteriorada y sin muchas posibilidades de comprar ropa nueva por su costo, el usar Metro a diario es un atentado más contra nuestra dignidad, nuestra necesidad de vernos y sentirnos bien y de llegar en buen estado a nuestros destinos.

Por cosas como estas es que uno se molesta tanto cuando se entera de que el gobierno está arreglando plazas e iglesias, en vez de arreglar un servicio como el Metro, que es usado por una o dos millones de personas al día en Caracas. Muchos nos preguntamos si no deberíamos disfrazar las estaciones del Metro para que parezcan iglesias, a ver si así el gobierno las arregla.

Un amigo me explica que es que es mucho más barato pintar una iglesia o una plaza, que arreglar un tren que requiere piezas compradas en el exterior, muchas de las cuales ni siquiera se pueden importar porque las empresas que las venden tienen prohibido hacer negocios con Venezuela producto de las "sanciones". El personal del Metro trata de hacer algunas piezas en el país, pero sin duda que deben haber otras con las que no se puede hacer lo mismo.

¿Las alternativas? Uno podría usar camioneticas por puesto, pero eso implica usar dos o tres rutas para llegar al trabajo y dos más para regresar, cada una cobrando mil o 1.500 bolívares. Gastar 6 mil bolívares diarios en pasaje no es opción para empleados públicos que ganaban 80 mil bolívares mensuales hasta hace unos días. Ni con el nuevo aumento es una opción.

La alternativa es seguir resistiendo, pero el gobierno tampoco nos la pone fácil.

Tal vez la Misión Venezuela Bella no puede arreglar los trenes del Metro, pero sí podría hacer muchísimo en las estaciones. En muchas de ellas, los pasillos y escaleras no tienen luces funcionando (son oscurísimas) y los escalones de cemento están rotos, partidos y con vigas al aire, siendo lugares peligrosísimos para todo tipo de personas que suban o bajen los escalones, en particular las personas con discapacidad y los adultos mayores. Los pisos de cemento están sucios y desgastados, y las gomas antiresbalantes del andén están desgastadas, rotas o simplemente no existen. Los trenes están muy sucios, aunque hay que reconocer que antes estaban peor. Es mucho lo que podría hacer la Misión Venezuela Bella por las estaciones del Metro, y deberían darle prioridad, muy por encima de las iglesias.


Un saludo y mi admiración a los compas que trabajan en el Metro y que sí están haciendo su trabajo lo mejor posible, a pesar de todo.

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