¿Puede el chavismo recuperar a la "clase media"?
A
mediados de octubre, en un conjunto residencial con varias torres
ubicado en Los Ruices, un ente público que funciona allí planeaba
realizar un operativo de venta de carne y pollo a precios menores que
los que se ven en las carnicerías. El operativo en principio era
para sus trabajadores, pero querían extenderlo a los habitantes de
las torres, dado que se iba a hacer en el estacionamiento del
conjunto.
Pude
ver en un grupo de Whatsapp del conjunto residencial, que la
mayoría de quienes viven allí
estaban
felices de que instituciones
públicas les
iban a hacer un operativo de
alimentos.
Y
ello a pesar de que casi todos son opositores.
Sin
embargo, en
una de las torres viven algunos
opositores
extremistas, quienes
se
negaron
rotundamente a
que
el operativo
se realizara.
Y,
aún cuando la
mayoría de los habitantes de las otras torres sí
querían
el
operativo,
éste
tuvo que cancelarse.
Estos
opositores prefirieron
no pelear con sus
vecinos más
extremistas,
y se
resignaron a
comprar los
alimentos
en
los supermercados y carnicerías locales, que
ofrecen precios que, para
algunos vecinos, son simplemente
inalcanzables.
Proponer
operativos
que pueda ayudar a personas de zonas
opositoras es
algo que causa muchas controversias, tanto en el sector chavista como
en el opositor. Entre los revolucionarios habrá quienes se negarán
rotundamente, recordando
que en zonas
como Los
Ruices vive gente muy extremista en contra del gobierno.
Siguen
frescos los
recuerdos del
asedio en diciembre de 2002 contra la
sede de Venezolana
de Televisión (el
principal canal del Estado, ubicado en el corazón de esta
urbanización),
o los eventos
ocurridos
en
Los Ruices durante
las guarimbas
de 2014,
donde
murieron
dos
de
las 43 víctimas de estas protestas violentas ―un
motorizado partidario del gobierno y un efectivo de la Guardia
Nacional Bolivariana―,
por
disparos efectuados
desde
los edificios.
En
2014 también
hubo
duros
enfrentamientos entre vecinos y fuerzas del orden públicos, con
personas lanzando botellas y objetos contundentes desde los edificios
contra cuerpos de seguridad, y éstos penetrando a los edificios y
sacando arrastrados a los presuntos causantes de estos hechos. El
humo de las bombas
lacrimógenas afectó
la salud de algunos
residentes
del lugar, aunque no tanto como las
fogatas de las guarimbas que
duraron semanas ardiendo todas las noches.
También hubo agresiones contra algunos trabajadores públicos, quienes dejaron de usar por un tiempo sus uniformes e insignias, y cambiaron sus rutas para entrar y salir de donde laboran.
También hubo agresiones contra algunos trabajadores públicos, quienes dejaron de usar por un tiempo sus uniformes e insignias, y cambiaron sus rutas para entrar y salir de donde laboran.
Es
cierto que
en
Los Ruices, la mayoría de sus habitantes son
opositores al
gobierno de Nicolás Maduro. Pero
también debo decir algo: la
mayoría de sus habitantes son
personas pacíficas y razonables.
Los
recuerdos de las
semanas de
enfrentamientos entre personas
encapuchadas y
efectivos de la Guardia Nacional Bolivariana han hecho que muchos revolucionarios
crean
que todos
los
habitantes de Los Ruices son personas extremistas, violentas y
poco
razonables. Y
sí: no voy a negar que algunos son así. Pero
la mayoría, si bien pueden tener una posición política opositora,
se niegan a caer en extremismos.
De
hecho, la mayoría de ellos son personas trabajadoras y asalariadas,
que cobran 15 y último en una empresa privada o pública, o que
trabajan por su cuenta. Tal
vez no lo saben, pero tienen más en común con la izquierda
política, que con los grandes empresarios y dueños de los medios de
producción.
¿Qué es la clase media?
Hace
mucho tiempo que perdí la definición de lo que es “clase media”.
Algunos
simplifican el tema peligrosamente, afirmando que “clase media”
son los que viven en edificios del este de Caracas y “clase baja”
son las personas que viven en los barrios y
sectores populares.
Peor aún: hay
quienes creen que la revolución bolivariana está hecha únicamente
para beneficiar a los sectores populares, mientras
que la clase media ―según ellos― es pudiente, adinerada y puede
soportar los embates de la guerra económica, que supuestamente es
causada por la
propia clase media.
Pero
la verdad es que el término “clase media” se ha vuelto muy
confuso y difícil de definir, y más aún en estos días.
Algunos
confunden “clase media” con “pequeña burguesía”, término
marxista que se aplica a quienes son dueños de pequeños medios de
producción, pagan la fuerza laboral de otras personas y suelen
trabajar junto con ellos. Muchos pequeñoburgueses creen que pueden
formar parte de la burguesía (los dueños de los grandes medios de
producción) y que están casi al mismo nivel de las familias
Cisneros, Mendoza, Zuloaga y tantos otros “amos del Valle”
venezolanos. Pero les cuesta mucho darse cuenta de que éstos nunca
los aceptarán, y que sus intereses no son los mismos.
Por
otro lado, el marxismo también define al proletariado como
todas las personas que tienen que arrendar su fuerza laboral para
poder ganar un salario: son la clase trabajadora, la fuerza
indispensable para realizar una revolución. Algunos proletarios
están conscientes de la clase a la que pertenecen, mientras que
otros tienden a defender los intereses de la burguesía: los
marxistas los llaman “desclasados”.
Es
cierto que en
el este de Caracas podemos
encontrar a la pequeña
burguesía:
dueños de consultorios
y
clínicas, bufetes de abogados, supermercados,
empresas
pequeñas y medianas, etcétera.
Ganan
muy
bien,
tienen
varios automóviles y camionetas, viajan
mucho al exterior, estudian en universidades privadas o en otros países, tienen casas en la playa, etc.
Pero
en urbanizaciones como Los Ruices, Los
Dos Caminos, Caricuao, San Agustín del Norte, La
California
o La Candelaria
no
encontramos a la pequeña burguesía. Para
encontrarlos, tienes que ir a Los Palos Grandes, Sebucán,
Altamira,Los Chorros, Santa Fe, ciertos sectores de El Hatillo, Los
Naranjos y otras urbanizaciones mucho más pudientes.
Nueva clase media latinoamericana
¿Qué
es lo que ha pasado en nuestros países? El propio presidente
ecuatoriano Rafael Correa dio luces sobre esto hace un par de años.
En
2014, cuando Brasil se prestaba a organizar el mundial de fútbol,
miles de personas se lanzaban a las
calles a protestar. Para algunos, era
inaceptable que el país gastara cientos
de millones de dólares en organizar un
mundial de la Fifa y unos futuros Juegos Olímpicos, cuando había
tantos problemas y carencias aún no resueltos.
Entrevistado el 14de junio de 2014 en el programa “DeZurda” con Diego Armando Maradona y Víctor Hugo Morales, Correa
indicó que
no deseaba inmiscuirse
en asuntos internos, pero que en
Brasil se estaba eliminando la
pobreza extrema para que surja una nueva clase media, con nuevas
aspiraciones.
Correa explicó que,
si bien algunas de las protestas en
Brasil probablemente eran
justificadas, él
apoyaba totalmente a
Dilma Rousseff. “Probablemente los reclamos son producto del éxito
del Partido de los Trabajadores, porque en Brasil ha disminuido la
desigualdad impresionantemente. Ha
disminuido la pobreza, ha crecido la clase media, y hay nuevas
exigencias, nuevas demandas, nuevas
expectativas”.
“Antes se pedían más escuelas, ahora se
piden mejores escuelas ―explicó
Correa―. Antes se protestaba porque no
había hospitales, ahora se protesta para que los hospitales sean
mejores. Están despertando las
exigencias de esa nueva clase media. ¡En buena hora! Pero hay que
reconocer todo lo que han hecho Dilma, Lula y el Partido de los
Trabajadores”. Insistió en que
“decenas de millones de personas han
salido de la pobreza. La
clase media ha crecido impresionantemente, y te insisto: eso
genera nuevas demandas y expectativas en la gente”.
En
Venezuela, la posibilidad de que una familia humilde de un barrio
tenga médicos cubanos a pocos metros de distancia, quienes hasta los
visitan a sus casas y les hacen exámenes de medicina preventiva, es
algo espectacular, que ha salvado decenas de miles de personas y ha
alargado la expectativa de vida de muchísimas personas. Ni
siquiera la clase media de las urbanizaciones tiene medicina
preventiva.
El
tener mercales y bodegas surtidas, de acceder a mejores alimentos de
los que se accedían hace 15 años, con precios regulados y
asequibles. La posibilidad de que Barrio Nuevo Barrio Tricolor mejore
tu vivienda. O de que puedas tener acceso a una, a través de la
Gran Misión Vivienda Venezuela. El que tu hijo o hija tenga una
computadora Canaima desde primer grado, o que pueda estudiar
en una universidad pública (algo impensable para un muchacho de
barrio hace 20 años). Todo eso es prueba de que, en nuestros
barrios, está creciendo una floreciente “clase media”, aunque
a muchos les choque el término o éste sea inadecuado.
El
crecimiento de la “clase media”, o en todo caso, de la
población venezolana con título universitario, los
“profesionales” (sin importar si viven en un barrio o en una
urbanización), es innegable. Maduro dio pruebas de esto en su
reciente Mensaje Anual, emitido el 15 de enero de 2017 desde e
Tribunal Supremo de Justicia.
Allí
dio cifras de cómo la cantidad de profesionales en Venezuela subió de 984.000 en 1999, a 4.919.000 en 2016: un
crecimiento de 400 por ciento en 17 años. Aspira que en 2019 haya
8 millones de profesionales, a medida que los estudiantes universitarios actuales (unos 2,8 millones de personas) se
gradúen. Maduro también reveló que, al comenzar la revolución,
sólo el 11,2% de los trabajadores ocupados tenían
nivel universitario. Esa cifra se incrementó a 37,7% en 2016.
Hoy
día, en parte gracias a la revolución bolivariana, es frecuente
encontrar profesionales universitarios, egresados de la Unefa, la
UBV y otras casas de estudios, viviendo en barrios y sectores
populares, incluyendo profesores y docentes universitarios, o
personal de entes públicos con cargos de nivel medio y alto.
También
es muy común hallar a proletarios y trabajadores, empleados
administrativos, oficinistas, trabajadores por cuenta propia y todo
tipo de profesionales que trabajan para un patrón y cobran su sueldo
dos veces al mes, viviendo en edificios de Caricuao, El Paraíso,
Puente Hierro, La Candelaria, La California Norte, La Urbina o la
avenida Libertador.
Durante
los primeros años de su gobierno, el Presidente Hugo Chávez hablaba
de que su meta era la construcción de “una gran clase media”.
El 15 de abril de 2003, dio
las siguientes declaraciones a medios internacionales: “Aspiro
que Venezuela sea un país de una gran clase media, que sea un país
de clase media. Habrá un sector de clase alta, sin duda y ojalá
no haya sectores marginales, pero que Venezuela sea un país de
clase media profesional, trabajadora, dinámica, intelectual,
estudiosa, con salud física, mental, espiritual y moral, eso es,
hacia allá va la Quinta República”.
Con
el tiempo, Chávez dejó de usar el término “clase media”. Sin
embargo, el que una cantidad inmensa de personas de los sectores
medios y populares hayan podido convertirse en profesionales gracias
a una gran cantidad de nuevas universidades creadas por su gobierno
es, sin duda, uno de sus mayores logros.
Pero
también es innegable que, en muchos casos ha faltado la politización
necesaria a estos nuevos profesionales. O se ha malentendido lo que
es politización: para muchos, politizar es “hacerles entender que
hay que votar por Fulanito”, y eso es falso. Politizar es
explicar a las personas cómo funciona el sistema capitalista
en el que vivimos, y por qué hace falta construir un mundo distinto,
bajo un nuevo sistema político y económico que aún está en
discusión.
Eso
inevitablemente te hará entender por quien debes votar, pero lo
harás con conciencia: No votarás por Fulano porque te haya dado
médicos, televisores o Canaimitas, sino porque Fulano es parte
de un esfuerzo colectivo para cambiar el sistema económico y
político a uno nuevo, llamado “socialismo”, en cuya construcción tú también debes participar. Los médicos,
televisores o Canaimitas son una consecuencia, no la causa.
Pero,
para muchos funcionarios, politizar es “votar por
Fulano”. Éstos han fomentado la entrega de beneficios como
si fueran “regalos” o “dádivas”, sobre todo en períodos
electorales. De allí que muchas personas han malentendido el
mensaje, creyendo que un “buen gobierno” es aquel que puede
darles televisores, celulares, cupos de Internet y productos de
consumo.
¿Qué
pasará cuando no sea posible para el gobierno entregarles todas
estas dádivas? Creo que ya lo vivimos el 6 de diciembre de 2015.
Por
otro lado, también deducimos de las palabras de Correa que un
proceso revolucionario no puede estancarse. La
señora que hoy va a un Barrio Adentro para verse una dolencia con un
médico integral, mañana probablemente va a necesitar un médico
especialista, que a su vez necesitará equipos sofisticados para
examinarla mejor, y determinadas medicinas para tratar su dolencia.
Los niños que hoy tienen una Canaimita, mañana van a necesitar una
laptop de mejor calidad cuando ingresen a la universidad. Los
contenidos con los que inició el programa Canaima Educativo son
hermosos y valiosos, pero a medida que pasen los años hay que
actualizarlos, hacerlos más interactivos, de mejor calidad, tal y
como hace el capitalismo con sus propios contenidos ideologizantes.
Estancarnos
creyendo que ya cumplimos la misión, es decretar la muerte de
todo proceso revolucionario.
¿Cómo se dividen las ciudades?
Como
comentamos antes, muchos políticos y dirigentes chavistas caen en
una simplificación dañina: alegan que, en nuestras ciudades, los
barrios y sectores populares son ocupados por el proletariado y la
masa obrera, mientras que en los edificios y sectores de clase media
viven los profesionales y la pequeña burguesía. Pero en la
Caracas actual, las cosas no son tan sencillas.
Uno
puede preguntarse:
-
Una persona que viva en el barrio 5 de Julio de Petare, pero sea un comerciante o un profesional y gane el equivalente a diez sueldos mínimos mensuales, ¿es clase baja o clase media?
-
Una pareja joven formada por dos técnicos o licenciados, que viva alquilada en un edificio en La Candelaria y trabaje para empresas privadas ganando en conjunto cuatro o cinco salarios mínimos, ¿es clase media? Y si, ganando eso mismo, vivieran en un sector popular, ¿también los seguiríamos considerando clase media?
-
Una joven estudiante universitaria que trabaje como secretaria o transcriptora en una oficina y viva alquilada en una habitación en Los Dos Caminos, ¿a qué clase social pertenece? ¿Y si viviera en una habitación en Antímano?
-
¿Y una señora que viva en un apartamento en La Candelaria, pero apenas gane su pensión del IVSS y venda artesanías para aumentar sus ingresos?
-
No olvidemos además la existencia de numerosos urbanismos de la Gran Misión Vivienda Venezuela, que fueron construidos en sitios donde antes sólo existían edificios residenciales de la clase media, y en los cuales viven personas que habitaban sectores populares, pero perdieron sus hogares en las lluvias de 2010.
Es
cierto que determinadas urbanizaciones del este
y sureste
de Caracas, como
Los Palos Grandes o Santa Fe,
son
habitadas principalmente por personas
de la
pequeña burguesía.
Pero
otras urbanizaciones son diferentes. Los Ruices, por ejemplo, está formada por unos cincuenta edificios de 8 a 20 pisos.
Allí viven familias que son dueñas de sus apartamentos, pero
muchas otras son inquilinos. Hay
edificios completos cuyos habitantes viven alquilados y tienen su
situación en tribunales, sus dueños han dejado de mantener las
instalaciones y viven en una edificación de casi 50 años cayéndose
a pedazos, a menudo sin ascensores, con tuberías podridas, paredes
rotas, bajantes de basura dañados y otros problemas graves.
También
hay muchos
adultos
mayores que
viven de su pensión del
Seguro Social, que
el gobierno de Hugo Chávez elevó al mismo nivel del salario mínimo.
En
estas urbanizaciones es
usual encontrar los
típicos penthouses
donde la dueña es una señora de la tercera edad, quien
tiene alquiladas 3
ó 4
habitaciones a jóvenes
estudiantes
universitarios
o
profesionales:
generalmente
muchachas o muchachos que vienen del interior, estudian en alguna
universidad en Caracas y trabajan en alguna empresa. Son
personas que también esperan algún día poder vivir en algún lugar
propio, pero simplemente les es imposible por las razones antes
explicadas.
Otras familias están formadas por
profesionales y trabajadores asalariados, que han visto empeorar
su situación en los últimos años de guerra económica.
Han tenido que conseguir trabajos extras para mejorar sus ingresos,
han tenido que hacer sacrificios en materia de entretenimiento,
dejando de hacer viajes, ir a restaurantes, locales nocturnos o
incluso al cine por los altos incrementos de estos servicios. Más de
una familia ha tenido que dejar su vehículo varado por meses en el
estacionamiento, ante la imposibilidad de adquirir determinados
repuestos que se han vuelto en extremo costosos o imposibles de
conseguir. Otros han tenido que dejar sus estudios en universidades
privadas.
Tal vez no han pasado hambre ni han dejado de
comer tres veces al día, pero lo cierto es que todo ser humano
aspira que su situación económica mejore y vaya en
ascenso. Muchos aspiran “volverse ricos” influidos por la
propaganda del capitalismo, pero otros sólo esperan cumplir sueños
de viajar y conocer algún lugar, de poder comprarse un carro, una
vivienda más grande, de poder darle educación y algunos bienes
materiales a sus hijos. Nada de eso es ilegítimo ni
“pequeñoburgués”, ni debería ser objeto de burla, en mi
opinión.
Contrariamente, su situación económica ha
empeorado notablemente. Y yo percibo que, cuando se trata de las
necesidades de estos sectores de clase media, desde el gobierno
respondemos más con burlas que con respuestas, explicaciones y
argumentos legítimos ―que sí los hay―.
Algunos de ellos han tenido que pasar por la
desafortunada experiencia de tener un familiar gravemente enfermo.
Han visto como los costos de las clínicas privadas que antes
usaban con cierta facilidad, hoy se han vuelto impagables. Han tenido
que sentir lo que es ser echados de una clínica por quedarte sin
seguro en un par de días. Empresas de salud prepagada se han
vuelto mucho más costosas y cobran muchos servicios que antes venían
incluidos con la tarifa regular. Ciertas medicinas son casi
imposibles de conseguir.
Esta clase media acostumbrada a establecimientos
de salud privados ha tenido que volcarse hacia el sistema público de
salud, y si bien no se puede negar que algunos hospitales y Centros
de Diagnóstico están en buen estado, otros están terriblemente
mal. No se entiende la asimetría tan grande que hay entre el
hospital Domingo Luciani y el de El Algodonal, por mencionar dos
polos opuestos en nuestro sistema de salud. O entre el excelente CDI
Salvador Allende, y otros CDI que no están tan bien dotados.
Irse del país… ¿sí o no?
En
estas urbanizaciones tú puedes encontrar apartamentos de tres
habitaciones y dos baños, donde viven hacinadas 8 o 9 personas:
el padre y la madre que compraron el apartamento hace 40 años,
tuvieron dos o tres hijos o hijas, éstos crecieron, hoy tienen 25 ó
30 años, son profesionales universitarios, pero nunca pudieron
lograr comprarse un apartamento propio, y mucho menos en esta época.
Y
entonces, cada hijo o hija consiguió su pareja, pero todos viven
en el mismo apartamento. Incluso tienen sus
bebés y viven hacinados, teniendo que compartir uno o dos baños,
teniendo los roces y peleas típicas que suelen haber en estos
ambientes, con yernos y nueras que no se caen bien, con bebés
llorando a toda hora.
Y
sí: viven frustrados, porque estas nuevas familias proletarias hoy
no pueden comprar apartamento, ni pueden
alquilar uno (el mercado privado de construcción de
viviendas no hace viviendas para ellos sino para los más ricos, y la Gran Misión Vivienda
Venezuela se ha centrado principalmente en personas de los sectores
populares).
Caray,
reconozcámoslo: algunas leyes aprobadas en revolución beneficiaron
enormemente a quienes son inquilinos, impidiendo los crueles
desahucios que vemos en otros países. Pero también causaron que
muchas familias que tienen dos o más apartamentos se nieguen a
alquilar uno, pues temen que sea imposible recuperarlo cuando lo
necesiten. Otras familias se excusan en estas leyes para alquilar
únicamente en dólares, esperando que algún “ejecutivo gringo”
venga al país del que ellos tanto denigran, y les pague una renta
equivalente a la que se cobra por un apartamento en Manhattan.
Esta
posición por parte de algunas personas de negarse a alquilar sus
apartamentos, perjudica terriblemente a parejas de
profesionales jóvenes que quieren
independizarse, pero no tienen cómo comprar un
apartamento en el mercado capitalista venezolano.
Si
un joven ha estudiado lo que ha querido, se ha graduado, tiene un
buen trabajo pero no logra hacer realidad sueños tan elementales
como el de una vivienda digna (así sea alquilada), y a eso le sumamos problemas graves
como la inseguridad, la delincuencia y la guerra económica,
entenderemos por qué muchos de estos jóvenes consideran
irse del país.
En
un mundo donde hasta las comiquitas y series de televisión califican
de “losers” (perdedores) a quienes cumplen treinta
años y aún viven con sus padres, estos jóvenes se dieron cuenta de
que, en Caracas, ser profesional no basta para independizarse.
Me molesta los analistas del chavismo que generalizan y atribuyen el irse del país a una supuesta “falta de amor a la Patria” o a que algunos de estos jóvenes de clase media son descendientes de europeos y, por lo tanto, “no quieren al país” o son una “generación sin identificación”. Los descalificamos como “apátridas”, nos burlamos de ellos como “los me iría demasiado”, pero no hacemos nada por conversar con ellos entender cuáles son sus problemas e intentar resolverlos.
Me molesta los analistas del chavismo que generalizan y atribuyen el irse del país a una supuesta “falta de amor a la Patria” o a que algunos de estos jóvenes de clase media son descendientes de europeos y, por lo tanto, “no quieren al país” o son una “generación sin identificación”. Los descalificamos como “apátridas”, nos burlamos de ellos como “los me iría demasiado”, pero no hacemos nada por conversar con ellos entender cuáles son sus problemas e intentar resolverlos.
Terminamos
considerando que estos jóvenes están genéticamente predestinados a
ser opositores, y ya ni hacemos el esfuerzo de atraerlos, sino que
denigramos de ellos de una vez. “Que se vayan, no los
necesitamos” o “¡Mejor! Así ya no votan” son frases que
suelen escucharse mucho desde el chavismo sobre estos jóvenes que se
van.
Sueños en común
¿La revolución
bolivariana tiene que tomar en cuenta a estos sectores de clase media
proletaria? Definitivamente sí. Son trabajadores. Son
profesionales jóvenes, justamente los que necesitamos para
industrializar el país y convertirlo en una nación soberana. Una
porción importante de ellos se formaron en casas de estudio
públicas, tales como la UCV, la UBV o la Unefa, con dinero de todas
y todos los venezolanos. Son un porcentaje grande de la población,
que puede decidir una elección ―y ya lo han hecho―.
Hay
quienes los descalifican por no defender los intereses de su clase
social, sino los de los sectores más adinerados. Los llaman
“desclasados” por esta razón y los dan por perdidos,
prácticamente regalándoselos a la
derecha política y empresarial.
Pero
nuestra labor como revolucionarios es tratar de convencer a quienes
son como nosotros ―incluso a quienes nos apoyaron en el pasado,
pero luego se decepcionaron― de que nuestro proyecto político es
el correcto.
Después
de todo, cuando
hablas con una persona de clase media y le
preguntas cómo es la Venezuela
del futuro con la que él o ella sueña, es
frecuente que tengamos mucho en común. Todos
queremos acabar con la pobreza. Todos
hablamos de industrializar el país,
produciendo nuestros propios recursos, reduciendo
las importaciones. Todos
hablamos del sinnúmero de oportunidades que existen en Venezuela.
Algunos
de ellos conocen los peligros que los
tratados de libre comercio tienen contra los pequeños y medianos
productores nacionales (eliminación
de subsidios a productores locales, exenciones de aranceles a
transnacionales, etc.), y saben que son los gobiernos de izquierda
los que generan políticas que los defienden a ellos.
Tal
vez haya diferencias en cómo llegar a
nuestro objetivo (por ejemplo: en la
propiedad de los medios de producción), pero la
verdad es que estamos mejor que antes. En
otros momentos de nuestra historia, hubiéramos
tenido que tratar con una clase media racista
y xenófoba, partidaria de enviar
tractores para aplastar los barrios, de
expulsar a todos los colombianos y peruanos, de darle todo el poder a
un militar para que aplique “mano dura”.
Esas
visiones racistas cada
vez se escuchan menos, en parte porque
muchos de quienes
viven en las urbanizaciones de clase
media tienen parientes y amigos en los
barrios. O provienen de allí. O
se han familiarizado con su situación.
No
sólo eso: muchas de esas personas de clase media y profesional nos
apoyaban hace unos años atrás. No olvidemos, por ejemplo, que el
municipio Sucre del estado Miranda por muchos años fue territorio
chavista, no sólo por los habitantes de Petare, sino porque mucha
gente de clase media sentía simpatías por el chavismo.
¿Qué
pasó con ellos? ¿Será que las razones por las que alguien
simpatiza con el chavismo no son las mismas en todos los casos?
El chavismo: con o sin ideología
Hay
muchas
formas de clasificar a los chavistas,
pero, para
propósitos de este artículo, yo
quiero diferenciarlos
en
dos grupos:
-
Aquellos que tienen formación ideológica de izquierda clara, generalmente heredada de sus padres o formada por profesores, familiares y amigos. Tienen conciencia de clase y sueñan con un mundo distinto, que sólo puede existir si se instala una auténtica revolución socialista: un cambio estructural en la propiedad de los medios de producción, logrando que una población concientizada, que piensan en el colectivo antes que en lo individual, sea capaz de gestionar los recursos de forma directa para el beneficio de ellos mismos y de su país, y no para el de un pequeño grupo de particulares. Apoyan las luchas reivindicativas de movimientos sociales, ecologistas, indígenas y campesinos, así como las luchas por la igualdad racial y de género.
-
Aquellos que son (o eran) chavistas por razones emocionales, por admiración a la personalidad del Comandante Hugo Chávez. Pero su esperanza era que el chavismo logre que todos podamos "echar pa'lante", resolver todos los problemas del país y mejorar nuestro nivel de vida. Creen que el gobierno simplemente es una especie de negociador, intermediario o gestor entre los diferentes actores (trabajadores, empresarios, agricultores, etc.) y que su labor es que todos podamos ponernos de acuerdo para echar pa'lante. Eso de estudiar el socialismo y las diferentes corrientes políticas y económicas no es algo que les llame mucho la atención, lo que no debe ser motivo para descalificarlos.
Las
personas con formación de izquierda saben que los países
desarrollados e industrializados, gobernados por una serie de grandes
empresas y corporaciones, no van a dejar quieto a un país como
Venezuela, lleno hasta los teque-teques de las materias primas que
ellos necesitan. No aceptarán que nuestro país soberanamente decida
qué tipo de nación queremos ser y cómo manejar nuestros recursos.
Todos en la izquierda sabemos que este tipo de decisiones iban a
tener un costo muy alto, que es el que estamos viviendo hoy.
Lamentablemente,
esta izquierda ideologizada tiende a ser, históricamente, menos del
10 por ciento de la población.
Quienes
han sido chavistas por motivos emocionales son mayoría.
A la mayoría de las personas no les gusta estar viendo ni
participando en largos debates políticos, ni estar saliendo a
marchar por horas y horas, ni mucho menos ver una cadena de 4 horas
para entender por qué no pueden conseguir arroz al precio de
siempre. Muchas reuniones en las juntas de condominios o
consejos comunales terminan en gritos, discusiones y enemistades, y
la mayoría de las personas preferirían estar tomando una cervecita
o un coctel, viendo un partido de beisbol o una película, a estarse
cayendo a gritos con un vecino que tiene una forma de pensar
distinta.
Eso
no significa que estemos equivocados. Por supuesto que la
organización colectiva y popular es el camino que tenemos que
transitar. Sólo que no es un camino fácil ni del agrado de
todos, pero aún así necesitamos los votos de todas las personas
―incluyendo los escépticos, los cómodos y los decepcionados―
para poder triunfar en una elección.
En Venezuela, muy pocos se definen como “de derecha”
Nuestra población
también tiene una característica que no se encuentra en otros
países: prácticamente nadie se autodefine como de
derecha, y quienes sí lo son se niegan a admitirlo
públicamente. A nadie le gusta que lo señalen como tal; lo
consideran insultante y ofensivo.
Todo lo contrario
ocurre en Estados Unidos, Israel y diferentes países de Europa:
muchísimas personas admiten con orgullo ser de derecha (caso
específico de los republicanos estadounidenses y de la derecha
europea). Defienden que la mejor forma de que una nación avance es
que las grandes corporaciones y empresas privadas crezcan y tengan
más poder, lo que supuestamente garantiza empleo y desarrollo para
sus ciudadanos. Aseguran que el Estado debe ser lo más pequeño
posible, y con poca capacidad de intervenir o fijar límites a las
empresas. Que lo privado siempre es mejor que lo público, por lo que
es vital privatizar todo lo que sea posible. Que a los inmigrantes
(en particular a aquellos que consideran “inferiores” o “una
carga”) se les debe dificultar o imposibilitar la entrada al país.
Están en contra de los subsidios y ayudas sociales contra los más
pobres y desfavorecidos, que a menudo consideran que son flojos,
vagos o que no trabajan. Apoyan la “mano dura” como forma de
“luchar contra la pobreza”. Odian el comunismo y el socialismo,
aunque muchos son incapaces de definirlo con exactitud.
Por algo es que
Donald Trump acaba de ganar las elecciones en Estados Unidos, ¿no?
En el pueblo
venezolano, bien sea en sectores populares o en urbanizaciones, muy
pocos se definen abiertamente como de derecha.
Casi todos aseguran estar con los más débiles y desafortunados.
Casi todos aseguran ser ecologistas y luchar por el bienestar del
planeta. En Venezuela casi no existen patrullas de civiles que
arremetan contra los extranjeros e inmigrantes ilegales, como sí
existen en Texas y otros estados norteamericanos. No vemos gente en
los partidos de fútbol coreando insultos racistas contra jugadores
inmigrantes o afrodescendientes, como ocurre en muchos países europeos. No es que no exista racismo o xenofobia: sí los hay, pero no a los niveles de los paises "desarrollados".
Muchos venezolanos se indignan al ver personas que abren las bolsas de basura de su urbanización buscando desechos, pero hasta donde sé, nadie se ha atrevido a formar patrullas o grupos que los saquen o desalojen, como sí ocurre en sectores de Estados Unidos o España.
Muchos venezolanos se indignan al ver personas que abren las bolsas de basura de su urbanización buscando desechos, pero hasta donde sé, nadie se ha atrevido a formar patrullas o grupos que los saquen o desalojen, como sí ocurre en sectores de Estados Unidos o España.
Como
consecuencia, en nuestro país no
existe ningún partido político importante que se proclame
abiertamente como de derecha, aún cuando su ideología
claramente lo es y se reúnan frecuentemente con políticos del
Partido Popular español o el Partido Republicano estadounidense.
Dirigentes de Un Nuevo Tiempo y Voluntad Popular en reuniones de la Internacional "Socialista". |
Lo mismo puede decirse de Primero Justicia, partido del que surgieron la mayoría de los dirigentes de VP y que asegura ser de ideología “progresista” y “centro-humanista”.
Un Nuevo Tiempo
(el partido del excandidato presidencial Manuel Rosales) y Acción
Democrática (partido del expresidente Carlos Andrés Pérez, que
aplicó políticas neoliberales en su segundo gobierno) se definen
como social-demócratas y populares, aún cuando intentaron echar
atrás numerosos logros sociales del gobierno bolivariano en 2016.
Ni
siquiera los grandes empresarios venezolanos reconocen ser de
derecha. Lorenzo Mendoza, el
propietario de las Empresas Polar de 51 años de edad, siempre
proyecta una imagen de empresario juvenil, supuesto
amigo de sus trabajadores, que apoya la
innovación, la modernidad y la inversión social a
través de fundaciones.
Sus comerciales de televisión buscan enamorar a las clases populares, señalándose como los creadores de la “Harina PAN” o harina de maíz precocida, uno de los alimentos más tradicionales de la clase trabajadora venezolana.
Sus comerciales de televisión buscan enamorar a las clases populares, señalándose como los creadores de la “Harina PAN” o harina de maíz precocida, uno de los alimentos más tradicionales de la clase trabajadora venezolana.
Nuestro pueblo no se
identifica con la derecha política. Es más: millones de estas
personas hace muchos años se definían como chavistas o
simpatizaban con el chavismo. Hoy, para muchas de ellas, ser
chavista es una vergüenza. “¿Chavista? ¿Yo?”, dicen con
desdén algunos que hasta hace pocos años habían votado por Chávez
o sus partidarios.
Algunos se
identifican con ciertos líderes de la oposición, en particular con
aquellos que transmiten una imagen de modernidad, juventud, progreso
y superación. Pero muchas veces también se cansan de ellos y de
su palabrería, y terminan desvinculándose completamente de
la política, buscando escapar a través del entretenimiento.
Pasan horas viendo banalidades en Youtube o viendo películas,
programas de televisión y otros productos de la cada vez más
sofisticada industria cultural estadounidense.
Entonces, ¿a qué
se debe que un país como el nuestro, formado por millones de
personas que detestan ser señaladas como de derecha, que se identifican
con los débiles y oprimidos, que claman por el fin de la pobreza y
la desigualdad, de pronto no se sienten identificadas con el proyecto
reivindicativo de Hugo Chávez y Nicolás Maduro? ¿Qué pasó con
estos chavistas? ¿Por qué ya no se identifican más con el proceso
revolucionario? ¿Es su culpa, o es culpa nuestra? ¿Qué tenemos que
hacer para recuperarlos?
Soledad y desamparo
Imagínelo
usted mismo: llega de su trabajo desanimado, porque su salario no le
alcanza y tiene que restringirse a usted mismo y a su familia
determinados placeres de los que disfrutaba en el pasado. Tiene que
trabajar horas extras, o hacer trabajitos adicionales. Está cansado,
desanimado porque usted trabaja mucho más que hace unos años, pero
su calidad de vida disminuye.
Arroz Mary a Bs. 5.980 |
Le dicen a usted que su zona no califica para recibir CLAP porque “no es una zona priorizada”. Ve que el Sundde (Superintendencia de Derechos Socioeconómicos) no pone mano dura a estos locales comerciales, y ni se aparece en la zona.
Sintonizas
Venezolana de Televisión buscando explicaciones, consuelo,
esperanzas de que se tomarán medidas para que todo mejore.
Encuentras:
-
Políticos sonrientes, emitiendo frases propagandísticas, asegurando que ahora sí van por la batalla, la victoria, que son indestructibles, que la oposición nunca ganará. En una desvinculación total con los problemas que pueda estar pasando el televidente.Por favor, pónganse en el lugar de una persona que estuvo todo el día haciendo colas, cansada, estresada, molesta porque no encontró lo que buscaba, porque tuvo que comprar productos a precios muy por encima de los que se anuncia, y de pronto ve a uno de los políticos que debería estar ayudando a resolver sus problemas, rimbombante en VTV hablando de batallas, triunfos, victorias, patria, unidad, lealtad, pelucones, viejitos coñioemadres, etcétera. ¿Se entiende lo que trato de decir? Terminan molestándose con esa persona, porque pareciera que no tiene ningún interés en resolver los problemas que vivimos todos.
-
Otros políticos parecieran creer que su profesión consiste en decir frases más retóricas e hirientes que las del otro bando: quién puede “callar” a Ramos Allup o a Julio Borges, quién puede desmentir a Freddy Guevara, quién grita más duro en una sesión de la Asamblea Nacional. Los insultos de Ramos Allup son usados como excusa por los políticos chavistas, quienes emiten insultos aún más hirientes, en una guerra de peyorativos sin fin.
Camarada Maduro: Yo lo admiro sobremanera, pero no está bien que usted se haya dirigido a Ramos Allup llamándolo “viejito coñioemadre” en cadena nacional. Si Ramos Allup lo insulta a usted, eso es problema de él. Usted es el Presidente del país, el líder de nosotros los chavistas y no tiene que rebajarse de esa manera. Creo que podemos decir muchas verdades sobre Ramos Allup sin caer en esos extremos.
Camaradas diputados chavistas: no está bien que la Asamblea Nacional se haya convertido en un recinto de niños malcriados. Que cada vez que un orador habla en tribuna, sea cual sea su partido, todos los del partido contrario gritan, trolean, se burlan, interrumpen, echan chistes y corean frases como si fuera la Escuelita de El Chavo del Ocho. Si los diputados opositores lo hacen, eso es problema de ellos. Ustedes no tienen que rebajarse de la misma manera.
Estas son actitudes que los que estamos acá abajo no queremos imitar. Seamos chavistas u opositores, todos tenemos parientes, amigos y compañeros de trabajo en el otro bando político y no queremos imitar a los politiqueros, insultándonos entre familiares y amigos de la misma manera.
-
Hay una homogeneidad total en el discurso de nuestros dirigentes. ¡Todos hablan igual! A pesar del origen tan diverso en los líderes del chavismo (hay militares, intelectuales, médicos, campesinos, deportistas, poetas, periodistas, exguerrilleros, cineastas, ingenieros, científicos, arquitectos, músicos y una gran lista de etcéteras, de todas las edades y géneros), pareciera que, al recibir un cargo en el Estado y convertirse en voceros del proceso bolivariano, cuando les ponen enfrente un micrófono, algo se activa en ellos y causa que todos hablen exactamente igual: de forma panfletaria, rimbombante, a veces ególatra, usando adjetivos peyorativos para referirse a la oposición, usando frases prefabricadas y excesivamente repetidas, con el puño derecho cerrado, moviéndolo de arriba a abajo al compás de sus palabras.
Incluso cuando gente joven y nueva ingresa en cargos y vocerías, al poco tiempo terminan hablando igual que los más viejos.
En nada se parecen al discurso de Hugo Chávez, que en ocasiones era duro y severo, en ocasiones era sincero y comprensivo. Muchas veces él mismo admitía sus propias fallas o las de su equipo, se autocriticaba, emitía regaños y le exigía más a su equipo. Se disculpaba cuando tenía que hacerlo. Pasaba horas leyendo y recomendando una gran cantidad de libros, citaba a pensadores e intelectuales, recordaba anécdotas y experiencias de ellos. Hoy, es muy raro ver a algún líder del chavismo haciendo algo parecido.
Peor aún: en los medios públicos mostramos casi siempre a las mismas figuras del chavismo, repitiendo siempre el mismo discurso y tocando los mismos temas, usando la misma estética de la entrevista en vivo, sin posproducción alguna. - En vez de resolver los problemas de la gente, los usamos para hacer propaganda política: Lo vimos durante el proceso de censo del Carnet de la Patria el pasado 20 de enero. Mientras en la plaza Bolívar miles de personas hacían horas de cola bajo el sol para sacarse el carnet, molestos, quejándose de problemas de organización, lentitud, gente que se coleaba y otras trabas, algunos políticos nuestros salían en las pantallas de VTV con una inmensa sonrisa, celebrando las colas,diciendo que la gran aglomeración de gente era prueba del gran apoyo al proceso revolucionario.
En serio, ¿podemos considerar exitoso tener personas pasando por 5 ó 6 horas de cola bajo el sol? ¿No es eso irrespetuoso para con nuestros militantes? Exitoso sería que pasaran apenas 15 minutos desde que alguien llega al censo hasta que se marcha con su carnet. Eso sí demostraría eficiencia de nuestra parte y respeto hacia la población. Lo contrario es querer utilizar su sufrimiento para intentar obtener ganancia política, mostrando en televisión situaciones que no son reales. - Los errores de los nuestros tienen una respuesta unánime: silencio absoluto. Cuando hay acusaciones con pruebas y evidencias sobre algún error grave hecho por algún funcionario político del chavismo, el resto de nuestros líderes políticos responden con silencio total. Ni siquiera hay un “estamos en contra de cualquier acto de corrupción, venga de donde venga”, o “esperemos este asunto se investigue, porque tiene molestos a muchos venezolanos”. Pero no. Pareciera que todos tienen que defenderse y apoyarse, así sea tácitamente, sin importar lo que pase. Lo que termina perjudicando a todo el chavismo cuando se descubre que el acusado sí era culpable.
- En los medios del Estado ocurre lo mismo: silencio. No hay ni siquiera un intento de entrevistar a acusadores y acusados, algo que sería normal en el periodismo de otros países para ofrecer a los lectores un panorama completo del problema.
Es aún peor cuando un movimiento social o político afín al chavismo es el que inicia las denuncias, pues frecuentemente es defenestrado, excluido o descalificado como indisciplinado, divisionista, quinta columna, agente imperialista o “que juega para el enemigo”.
-
Se emiten promesas de que “ahora sí” vamos a mejorar las cosas, promesas que pocas veces se cumplen. Al no cumplirse, crean más frustración y desesperanza entre la gente. Casos recientes: las promesas de que habría harina de trigo, pan y azúcar en completa normalidad durante fin de año, o que no faltaría ingrediente alguno para las hallacas para nadie, o que la agricultura urbana supliría de ingredientes para millones de hallacas para todos los venezolanos, o de que habría perniles para millones de familias a un precio justo.
-
Cuando estas promesas no se cumplen, raras veces aparece alguien explicando detalladamente qué fue lo que pasó. A veces, uno siente que los políticos aparecen ya no para dar explicaciones, sino para seguir emitiendo frases rimbombantes y prometiendo futuras victorias, como ocurrió recientemente con el tema de los billetes de 100 y el nuevo papel moneda.
-
Algunos políticos nuestros son tan irresponsables, que culpan de forma automática al imperialismo, a la CIA y a “los saboteadores de la oposición apátrida, burguesa, terrorista y paramilitar” de cosas que hayan podido salir mal, sin realizar una investigación mínima ni presentar pruebas. Y aunque el Imperialismo, grupos terroristas de derecha y bancas paramilitares sí están en nuestro país haciendo de las suyas, el que hagamos acusaciones a la ligera sin ofrecer evidencias, descartando de plano nuestra propia incompetencia o ineficiencia, que también influye notablemente en los problemas que vivimos, es algo que nos resta credibilidad.
Peor aún: le damos credibilidad al Imperialismo, pues mucha gente que se cansa del discurso del “Imperialismo culpable de todo”, termina creyendo que tal vez Estados Unidos no sea tan malo, y que tal vez ellos merecen una oportunidad. Un error terrible.
-
Los ves una semana diciendo que los empresarios son golpistas, son malvados, son terribles. La semana siguiente los ves reuniéndose con esos mismos empresarios, diciendo que ahora sí van a afinar mecanismos para aumentar la producción. Y el ciclo se repite infinitamente. Lo único que logramos, es darle credibilidad a estos empresarios y sus defensores.
-
Ves denuncias de dólares desaparecidos, de empresarios que recibían divisas preferenciales pero importaban piedras. Que son ratificadas incluso por funcionarios de terceros países, como Panamá. Pero son muy pocas las personas presas. No te dan ni siquiera un nombre, más allá de “Lorenzo Mendoza”. Pero la semana siguiente se reúnen con él o sus enviados, se estrechan las manos, y nada de que nos llega una Harina PAN a precios decentes.
Como
consecuencia, nuestros políticos, voceros, periodistas y medios de
comunicación perdemos credibilidad y audiencia
hasta llegar al punto en que nadie cree en nosotros o simple y
llanamente nadie nos escucha ni nos ve.
Sintonizas
Globovisión y encuentra todo lo contrario:
-
Políticos opositores enojados, amargados, gritones, denunciando todo tipo de desmanes, haciendo promesas de que “ahora sí” sacarán a Maduro y que, luego de sacarlo, todo mejorará mágicamente.
-
Analistas catastróficos que, con muy contadas excepciones, sólo prometen que el país empeorará más y más.
-
Y luego ves a opositores y chavistas en la Sesión de la Asamblea Nacional diciéndose todo tipo de insultos, gritos y groserías, comportándose en un debate en la Asamblea Nacional sobre desacatos y cosas similares, como si estuvieran en un salón de tercer grado. Ah, y pensar que el país les paga un sueldo para eso.
¿Comprendemos
entonces lo que puede sentir un trabajador que vive en una de estas
zonas “no priorizadas” donde no llegan ayudas ni CLAP? Se
sienten solos. Desamparados. Defraudados.
En
la práctica, estamos dejándole de hablar a millones de personas de
clase media, profesionales, trabajadores. Estamos entregándoselos
a la oposición, quienes no pierden oportunidad alguna para
bombardearlos con su discurso, y llevarnos a posiciones
irreconciliables.
Discurso desgastado
Un
problema muy grave que tenemos, es que en el chavismo hemos
perdido la capacidad de hablarle a estos sectores de clase
media popular, y a aquellos que han sido chavistas por razones
emocionales antes que ideológicas. Y esto es gravísimo.
Nosotros somos un país que realiza elecciones
prácticamente todos los años. Si queremos seguir ganando
elecciones, es importantísimo hacer entender a toda la población
(tanto aquellos que ven la política desde un punto de vista
emocional, como a aquellos que son más ideológicos) qué está
ocurriendo en el país, qué ocurrirá en el futuro, y qué se
necesita para que todos podamos salir bien parados de esta serie de
eventos que estamos viviendo.
El principal
problema que quiero denotar aquí, es que hemos perdido la
capacidad de hablarle a estas personas de la llamada “clase
media”, y hemos desperdiciado las posibilidades de
que ellos nos escuchen. Por diferentes razones, estas
personas de clase media (independientemente de si viven en un barrio
o en una urbanización) han dejado de identificarse con nuestro
discurso, con nuestro accionar, con la imagen que nuestros líderes
políticos proyectan. Hay síntomas de cansancio y de estar hartas de
politiquería, y de que no se busquen soluciones a sus problemas.
En
un mundo donde la comunicación está altamente segmentada, con
cientos de canales de televisión y millones de sitios web
específicos para diferentes audiencias de acuerdo a sus gustos,
edad, género, formación, y patrones culturales, nosotros hemos
cometido el gravísimo error de unificar nuestro discurso, hablándole
de una única forma a millones de personas con una gigantesca
diversidad de gustos y culturas.
Nuestro
discurso se ha vuelto monótono, cansón, repetitivo, poco sincero
y nada explicativo para una parte de la población. A
menudo usamos una y otra vez palabras y frases que tienen un alto
nivel de rechazo entre estos sectores que tenemos que convencer.
“El
Imperio”, “la guerra económica”, “la asamblea
adeco-burguesa”, “los pelucones”, “la ultraderecha amarilla”,
“ese viejito coñioemadre” o el separarnos y dividirnos como buenos y malos: nosotros, “los hijos de Bolívar y Chávez” en contraposición a ellos,
“los apátridas traidores”. Esta guerra de
insultos y peyorativos son frases que, en efecto, podrían ser
efectivas para moralizar al chavismo más radical (los convencidos) y
comunicarles nuestras ideas. Pero en cambio, tienen un duro
rechazo por parte de esos sectores de “clase media popular”
que tenemos que reconquistar.
De
hecho, los medios de derecha lo saben: se encargan de hacer citas
semitextuales afincándose en estas frases, para incrementar
el rechazo por parte de sus lectores hacia nuestros voceros. Cuando
diputados nuestros usan palabras como “cabrones” o
“coñioemadradas” en sus discursos, son los medios de
derecha quienes más reproducen estas expresiones, seguros del
impacto negativo que tendrán en una parte importantísima de
nuestra población.
Por
supuesto que es lamentable que la clase media popular rechace
las políticas de un gobierno de izquierda basados en las palabras y
expresiones de algunos voceros. Pero insisto: estamos en una
democracia participativa que exige ir a elecciones casi todos los
años, y si una parte importante del pueblo (incluyendo a esa clase
media popular, que también es pueblo) rechaza nuestro mensaje por no
ser capaz de asimilar su forma, es nuestro deber llegarles de otra
manera. Es decir: tenemos que cambiar la forma de nuestro
mensaje, o sino, resignarnos a entregar el poder.
Continuamos
utilizando fórmulas desgastadas, que tal vez le funcionaron a un
personaje tan único como lo fue el Presidente Hugo Chávez, en un
tiempo en el que la televisión por cable e Internet no tenían tanta
penetración. Pero hoy, una cadena nacional de radio y
televisión que dura de 2 a 5 horas no garantiza que un
mensaje llegue a toda la población, como hubiera podido ocurrir
hace años. ¡Todo el mundo simplemente cambia de canal o se mete en
Internet a ver videos en Youtube! Hasta los chavistas lo hacen, pues
están confiados en que en 1 ó 2 horas les llegará por Whatsapp el
resumen de la alocución, que se lee en menos de dos minutos.
Muy
pocas personas pueden estar atentas por 4 horas a un discurso o a
un programa del Presidente de la República. Quienes sí lo
hacen, son los periodistas asignados por los diferentes medios de
comunicación. Pero los medios ya tienen sus roles preasignados:
-
Los medios de derecha toman, de esas 4 horas de discurso del Presidente, aquellas frases que pueden generar más rechazo a la clase media.
- Los medios internacionales toman las frases que mejor les sirvan para ridiculizar al Presidente venezolano, sacándolas de contexto o manipulándolas de ser necesario.
-
Los medios del Estado, por su parte, tienden a repetir las frases más panfletarias y propagandísticas (aquellas que ya no llaman la atención de tantas veces que se han repetido) o aquellas que complacen a los dirigentes del PSUV, pero no atraen al público. Llega un momento en el que ni los propios partidarios del gobierno nos enteramos de lo que el Presidente dice.
Nuestros
medios de comunicación, en su gran mayoría, no están
hechos para captar opositores. El discurso que nos llega desde
Venezolana de Televisión y la mayoría de los medios del Estado está
hecho principalmente para los “chavistas come-candela”. En
ocasiones el discurso suele ser muy propagandístico, con adjetivos
en extremo positivos y frases rimbombantes enfatizada en términos
como “Batalla”, “Victoria”, “Patria”, “Triunfo”,
“Paz”, “Indestructible”. Se enlazan por horas y horas con
operativos y marchas donde prácticamente todos los entrevistados
dicen lo mismo. Sí, son mensajes hechos para subirle la moral al
chavismo radical en uno de los años más duros que hayamos tenido
que enfrentar, pero no son mensajes que puedan hacer que una persona
decepcionada o cansada del chavismo pueda reencontrarse con él.
En
los últimos días, nuestros medios se han empeñado en presentar con
mucho énfasis un buen artículo, titulado “Las 10 victorias deMaduro en 2016” por Ignacio Ramonet, que enaltece al
Presidente Nicolás Maduro por haber resistido este terrible año que
pasó. Sí, él ha trabajado mucho, eso es innegable. En lo personal,
lo admiro enormemente.
Pero
ese excesivo peso que se le ha dado a ese artículo,
publicándolo en todos los medios públicos y en anuncios pagados en
medios privados por varias semanas, con imágenes presentándolo como
un superhéroe vencedor, es algo que cae mal.
¿Saben
ustedes quienes son los auténticos héroes de 2016? ¡El
pueblo venezolano! ¡La gente! Tanto el
de los sectores populares como el de clase media. Tanto
el chavista como el opositor. El que ha resistido pacientemente
esta cruel guerra económica con valentía y coraje.
-
Las mujeres y hombres que hacen decenas de horas de colas, a pesar de la especulación empresarial y bachaqueril.
-
Las madres que han tenido que abandonar la comodidad de los pañales desechables para usar los de tela.
-
Las que han tenido que pararse más temprano para hacer arepas de maíz pilado ante la imposibilidad de conseguir harina pan.
-
Los que han sacrificado sus horas de descanso y entretenimiento para organizar su comunidad.
-
Los que tienen que trabajar horas extras para traer ingresos extras para sus familias, y que a menudo tienen que gastar esos ingresos comprándole productos de primera necesidad a un bachaquero o en un PAC gubernamental, porque les fue imposible conseguir el producto a precios regulados.
-
Los que han tenido que aprender a sembrar en sus casas, en sus patios, en sus terrazas.
-
O mi mamá, que fue traída cuando niña por sus padres desde Colombia, huyendo de guerras que no comprendían. Una mujer que luchó hasta el último día de su vida, que amaba a Chávez enormemente y murió en medio de esta guerra económica.
Todas
y todos ellos son héroes, y su gran
victoria es haber vivido este cruel 2016 con la ayuda del gobierno bolivariano en muchos casos, aunque no en todos.
¡Démosle
las gracias a todos ellos! ¿Que muchos votaron en nuestra contra el
6-D? ¡Por Dios, terminemos de reconocer que tuvimos la culpa de
esa derrota! ¡Dejemos de echarle la culpa a la gente! ¡Tengamos un
poco de humildad! ¿O es que queremos una nueva derrota en las
elecciones de gobernadores y alcaldes?
El
artículo de Ramonet es un recopilatorio valiosísimo que nos
recuerda muchos de los grandes obstáculos que tuvo que enfrentar
Maduro en 2016, los cuales venció de forma admirable.
Pero
también tiene algunos puntos que molestan enormemente. El autor califica
como “error mayúsculo” el que se hayan estado subvencionando
productos alimenticios de primera necesidad a la clase media
trabajadora. Según Ramonet, sólo los más pobres
pueden tener acceso a productos alimenticios
subvencionados por el gobierno, y el resto de la población
tenemos que comprarlo “a su precio justo establecido por el
mercado”. Por ejemplo: el arroz a Bs. 6.400 el kilo, el azúcar a
Bs. 4 mil el kilo, el medio kilo de pastas a Bs. 3.500 y la carne a
Bs. 9 mil. ¿El libre mercado pone precios justos, camarada Ramonet?
Coincidimos
totalmente en que los más necesitados deben recibir un trato
especial. Pero que al resto de los trabajadores prácticamente se
nos arroje a las fauces del capitalismo más salvaje que haya vivido
este país… ¿qué clase de justicia social es esa?
Capitalismo salvaje de facto
Por
favor, entiendan lo que trato de decir: En las urbanizaciones de
“clase media” no tenemos beneficios como los módulos
de Barrio Adentro, Mercales, Pdvales, Abastos Bientenario, Mi
Casa Bien Equipada ni similares (o no funcionan como se
esperaría en una situación de guerra económica como la que
vivimos). No hay operativos de venta de alimentos y otros
productos.
En
las urbanizaciones de clase media, estamos viviendo un capitalismo
neoliberal de facto. Los comerciantes suben los precios de 20 a
50 por ciento todas las semanas, sin posibilidad alguna de reclamar
ni de lograr que algún ente gubernamental haga presencia y ponga
orden en los precios. Los productos regulados que llegan son muy
pocos, se venden por cédula de identidad, llegan cuando uno está en
su trabajo y lo compran, en su mayoría, personas que no viven en el
sector.
Y
lo peor es que todavía queda algún que otro opositor que repite el
discurso trillado de que todo esto pasa cada vez que algún
gobernante quiere intervenir y regular la economía. ¡Qué más
quisiera yo que el Estado interviniera y regulara todo! ¡Qué
más quisiera yo que encontrar alimentos a los precios que dice la
Gaceta Oficial, y no estar pagando Bs. 10 mil por un litro de aceite
de soya brasileño, Bs. 4 mil por medio kilo de margarina, Bs. 6 mil
por medio kilo de café o Bs. 3.500 mil por un kilo de tomates o uno
de cebollas? Ojalá el Estado colocara una oficina permanente del
Sundde en cada urbanización, barrio y pueblito del país, poniendo orden
cuando sea necesario.
En otros
casos la oposición se encarga, muy eficientemente, de emitir rumores
que desde la revolución nunca desmentimos con la contundencia
debida. Por ejemplo: En el este de Caracas, el agua falta
periódicamente. Las urbanizaciones de clase media reciben agua
sólo por dos o tres días a la semana, y en algunos sectores
populares es aún más grave, recibiendo agua únicamente unos pocos
días al mes.
Pero hay
muy poca información sobre las razones (en particular, la necesidad
de que se termine la construcción del Sistema Tuy IV). La
oposición ha aprovechado esto para desinformar y asegurar que el
gobierno corta el agua en estas zonas como “un castigo” contra
los sectores donde no ha logrado victorias electorales, lo que en
efecto mina aún más la popularidad del chavismo en esta zona.
Pero
el chavismo no explica con
la reiteración necesaria qué ocurre con el agua,
no explica qué pasa con Tuy IV ni señala cuándo podría
estar listo.
Lo mismo ocurre con la Línea 5 del Metro, el Metro Caracas-Guarenas-Guatire y otras obras que se debían construir hacia estas zonas, y que están paralizadas por la caída de los precios del petróleo y la prioridad necesaria que hay que darle a la lucha contra la guerra económica. El diario antichavista El Nacional ha sabido aprovechar el silencio del gobierno en este y otros temas para hacer una campaña denunciando la ineficiencia y la poca capacidad del gobierno de cumplir sus promesas, aumentando aún más nuestra falta de credibilidad y de convencimiento sobre la población.
Lo mismo ocurre con la Línea 5 del Metro, el Metro Caracas-Guarenas-Guatire y otras obras que se debían construir hacia estas zonas, y que están paralizadas por la caída de los precios del petróleo y la prioridad necesaria que hay que darle a la lucha contra la guerra económica. El diario antichavista El Nacional ha sabido aprovechar el silencio del gobierno en este y otros temas para hacer una campaña denunciando la ineficiencia y la poca capacidad del gobierno de cumplir sus promesas, aumentando aún más nuestra falta de credibilidad y de convencimiento sobre la población.
Cosas
parecidas ocurren con Corpoelec. En
Caracas, desde hace años no llegan a los hogares los recibos con el
consumo eléctrico que te indican cuánto debes pagar por cada mes.
La mayoría de la gente se acostumbró a pagarlo
a través de taquillas
externas o en la página web de su bancos, donde te dicen cuánto
debes pagar, pero no te dan un detalle del consumo.
Y de
pronto llegan los
aumentos: quienes
pagaban Bs. 500
mensuales ahora
deben pagar Bs. 2 mil, Bs. 5 mil o más.
La gente maldice al gobierno por “aumentar la electricidad”,
aunque en realidad
la electricidad aún no ha aumentado: las
alcaldías de los municipios caraqueños están aumentando
el aseo
urbano de forma
desproporcionada, y la gente no se
entera de ello porque
no tienen un recibo que les indique con claridad qué es lo que están
pagando.
¿Por qué no se busca una forma de que a la gente les llegue algún
tipo de recibo digital, que no sólo les informe los detalles de su
factura y los consumos de aseo urbano, sino cuánto les está
subsidiando el gobierno su consumo eléctrico?
Es sabido que los venezolanos pagamos mucho menos por la electricidad
de lo que paga una familia en México, Colombia u otros países.
Sería interesante que el recibo indique cuánto tendría que
pagar cada familia si el servicio no estuviese subsidiado, para
que aprendamos a valorar un poquito más las bondades de un sistema de gobierno que va rumbo al socialismo.
¿Qué podemos hacer?
Visto que 2017 y 2018 serán años electorales, hay que actuar con velocidad para recuperar el apoyo de los sectores populares y de clase media proletaria.
-
Es vital hablarle y demostrarle a la clase media trabajadora y a los sectores proletarios que sí nos importan, y que un proceso revolucionario como el nuestro también busca apoyarlos y ayudarlos. Tenemos que estar con ellos. Tenemos que confrontar los problemas juntos, y más que estar hablando y hablando, tenemos que estar allí y dar soluciones.
Ya basta de hablar de “los créditos indexados, las cuotas balón” y otras medidas muy buenas, tomadas por el gobierno en 2002. Sí, fueron medidas importantes y exitosas en su momento, pero ¡estamos en 2017! ¡Ya pasaron 15 años!
-
Tenemos que ejecutar tres pasos:
-
Ayudar también a la clase media y profesional a sobreponerse de la guerra económica. Ayudarlos a hacer la situación más llevadera, demostrarles que nos interesan.
-
De esa forma, podremos ganarnos de nuevo el derecho a hablarles, y lograr que nos escuchen. Derecho que hemos perdido en medio de tanta politiquería, burlas y de considerarlos a ellos el enemigo.
-
Una vez ellos nos escuchen, tenemos que repolitizarlos, mostrándoles las características del sistema capitalista en el que vivimos en nuestro país y el mundo, y convenciéndolos de que hay que construir un mundo distinto bajo otro sistema. Obviamente hay que usar un lenguaje y palabras distintas al lenguaje trillado que hemos usado hasta ahora.
-
El gobierno debe ayudar a los sectores de clase media para sobrepasar esta guerra económica. Se deben hacer operativos de venta y acceso a alimentos, tal vez no al mismo precio que los subsidiados a los sectores populares, pero sí a uno que sea mucho menor que el que están ofreciendo locales y establecimientos comerciales de estas zonas.
-
Es necesario buscar en las filas del chavismo nuevos interlocutores y voceros, dispuestos a hablar con la clase media proletaria y profesional, escucharlos, dialogar con ellos y actuar como interlocutores con el chavismo pesuvista. Que tengan una forma distinta de hablar, capaz de expresar el mismo mensaje, pero superando el panfletarismo y el uso de peyorativos y frases trilladas. Que, al igual que lo hacía Chávez, se hagan responsables de sus actos, sepan reconocer cuándo fallaron y estén dispuestos a corregir.
-
Esta búsqueda no debe hacerse sólo en territorio venezolano, sino también a nivel internacional. Es necesario que el chavismo se reencuentre con aquellos luchadores, líderes sociales y de movimientos de izquierda de todo el mundo, quienes también se han visto afectados por la propaganda negativa contra nuestro país. Hay que buscar a la gente que ha construido experiencias notables, traerlos a Venezuela y mostrarles la realidad de nuestro país (tanto lo bueno como lo malo), escuchar sus consejos, sugerencias y críticas (públicas y privadas), y permitirles compartir sus experiencias con nuestro pueblo. Reorganicemos foros donde podamos traerlos. No nos limitemos únicamente a los aduladores; ¡es necesario también traer a aquellos que tienen sus dudas y críticas! A mí me alarma tanto haber visto a tanta gente de izquierda, que en los días de Chávez no tenían temor alguno en hablar bien de nuestro proceso revolucionario, pero que en los últimos años se han abstenido de hacerlo. Caray, ¡traigámoslos y mostrémosle lo que está pasando!
-
Servicios como la Misión Nevado han tenido un éxito espectacular dentro de la clase media. La Misión Nevado ha ayudado a muchas personas de clase media y sectores populares a poder darle atención y salud a sus animales de compañía, sin tener que gastar decenas de miles de bolívares exigidos por los veterinarios privados. Ustedes no tienen idea de lo que es para una persona que tiene un perro o un gato gravemente enfermo (y que lo ven como un miembro de su familia), poder llevarlo a Misión Nevado y que allí lo ayuden a curarlo, con un precio que no podrían pagar en un consultorio privado. Personas que, en muchos casos, se despiden diciendo: “A mí no me gusta Maduro, pero debo reconocer que lo que ustedes hacen es maravilloso”.
Esta misión no sólo debe expandirse, sino estudiarse como ejemplo de los servicios que pueden ofrecerse a la clase media y a sectores populares, que sirvan para ganar apoyo dentro de éstos estratos de la población.
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Barrio Adentro y los CDI han sido una política muy acertada en los sectores populares. Es necesario llevarla también a las urbanizaciones, sobre todo en momentos en los que el alza de los precios de los servicios privados de salud impide a la clase media acceder a la salud primaria.
Es posible que tengamos que implementar estos servicios con otro nombre (a mucha gente de clase media no les agradaría tener un “consultorio Barrio Adentro” en su edificio residencial, argumentando idiotamente que “eso desvaloriza mi propiedad”). Y tal vez sea buena idea hacer cobros de acuerdo a la situación socioeconómica de las familias que quieran darle uso, con el fin de hacerlos autosustentables. Pero el demostrarle a las familias de clase media que nos interesa su salud y que los ayudaremos en circunstancias tan difíciles como cuando confrontan una emergencia y las clínicas privadas o los seguros médicos les dan la espalda, es una forma importantísima de ganárnoslos.
-
Lo mismo con los expendios de comida: los abastos Bicentenarios y Pdval tienen que expandirse no sólo hacia los sectores populares sino también hacia la clase media, pero estando bien surtidos, con productos de calidad y a buenos precios. Los de primera necesidad deben estar allí, con precios justos y al alcance de todos.
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Siempre habrá personas en estas zonas de clase media que intentarán oponerse a estos operativos, organizar protestas, cacerolazos, etc. Pero son muchos más quienes nos apoyarán con el tiempo, a medida que sientan que lo que hacemos es efectivo y sí los estamos ayudando. Lo que no puede esperar el gobierno es que esto se resuelva a través de un enfrentamiento entre vecinos. Es deber del Estado, en conjunto con la comunidad, hacer estos operativos de forma inteligente para dejar fuera de lugar a los opositores radicales y extremistas.
Debemos llegar a la gente de estos sectores, bien sea a través de
los medios de comunicación que ellos ven, o bien sea creando
nuevos medios de comunicación, con códigos nuevos y
formas de expresión distintas. Alejados de lo panfletario e
institucional.
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En este sentido, tenemos experiencias excelentes: Conciencia TV ha tenido una importante penetración en sectores de la clase media. Este medio se ha alejado del panfletarismo, de los discursos oficiales, del “pegarse a la transmisión del ministro”, para mostrar programas muy interesantes y que llegan a los profesionales y la gente de sectores de clase media y profesional.
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Pero también podemos infiltrar y penetrar sus propios medios para dar mensajes desde ellos, bien sea contratando publicidad, o creando productos que a ellos les interese transmitir. Los mensajes que se emitan desde sus propios medios deben tener la estética adecuada, pensando en los segmentos que son alcanzados por dichos medios. Hay que recurrir a la emotividad para dejar un mensaje muy bien pensado, que les lleve a concluir que el chavismo es sinónimo de una mejor calidad de vida y bienestar. Transmitir propaganda panfletaria, llena de frases rimbombantes y politiqueras en un canal de televisión por cable, sólo servirá para aumentar nuestro rechazo en la clase media.
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Siempre debemos actuar con un mensaje revolucionario, pero modificaremos su formato para hacerlo menos panfletario y más potable a estos sectores profesionales. Tomaremos todas las experiencias y metodologías de la industria publicitaria y la mercadotecnia, pero las usaremos a nuestro favor, con nuestros símbolos, nuestra ideología y estética.
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Averiguaremos cuales palabras y frases son rechazadas de plano por ser trilladas y desgastadas. Si la gente está harta de escucharnos hablar del “Imperialismo”, “la burguesía” o “los pelucones”, buscaremos otras formas de hacerles llegar ese mismo mensaje. Lo diremos de formas distintas. Lo esconderemos además en productos de entretenimiento (películas, series, novelas, humor, videos musicales, etc.), sin asfixiarlos en un mundo de mensajes políticos, pero tampoco cayendo en el apoliticismo.
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O, mejor aún: en vez de repetir palabras, lemas y consignas, presentaremos hechos, argumentos y evidencias para que nuestros usuarios saquen sus conclusiones.
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Debemos acabar con la homogeneidad en el discurso del chavismo. Eso no significa que acabemos con la unidad. Pero cada revolucionario tiene el deber de comunicar lo que piensa, haciéndolo en sus propios códigos, y en los que su comunidad entiende. No es lo mismo hablar de socialismo entre campesinos, que hacerlo entre amas de casa, músicos, informáticos, pescadores o deportistas.
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La segmentación es vital. No nos podemos dirigir de igual forma a niños, adolescentes, adultos jóvenes, adultos contemporáneos o adultos mayores. Hay que crear más medios especializados: científicos, culturales, históricos, de entretenimiento, películas, series, música, telenovelas, para niños y jóvenes, para mujeres, para la comunidad sexo-diversa, entre muchos otros.
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Debemos preocuparnos más por la forma, la estética, lo bonito, lo que le gusta al público que queremos alcanzar, sin transigir ni abandonar nuestro mensaje.
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Debemos aprender a soñar: ser capaces de mostrarle a nuestra población cómo será el futuro en un mundo socialista. Los Estados Unidos bombardea a su población con cientos de películas, libros, comiquitas y productos audiovisuales mostrándoles mundos futuristas de ciencia ficción, con casas llenas de robots que harán todas tus tareas, carros eléctricos que se conducen solos, zapatos que se atan automáticamente, computadoras que harán todo tu trabajo mientras tú descansas en la playa, viajes a la Luna y Marte y ciudades utópicas donde no existe pobreza ni desigualdad. Es demasiado común escuchar a grandes personalidades confesar que decidieron estudiar física, ingeniería, trabajar para la Nasa o unirse al Ejército tras haber visto y sentirse inspirados por determinada película.
Nosotros, en cambio, no hemos podido pintar a nuestra propia población cómo será el futuro utópico que traerá el socialismo que queremos construir. ¿Por qué no organizamos concursos para la creación de libros, novelas, comics, artes plásticas, ilustraciones, afiches, productos para televisión y cine enmarcados en el socialismo del futuro?
El capitalismo bombardea a su gente con lo que ellos piensan que será su futuro utópíco. ¿Cómo será un mundo socialista si llegamos a hacer todo como lo esperamos? |
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Muchos de nuestros propios medios impresos y digitales tampoco están hechos para ser leídos por opositores, en contraste con la mayoría de los medios de derecha, que hacen un gran esfuerzo para aparentar neutralidad, ocultar su línea editorial y así atrapar a incautos. En cambio, los nuestros se esfuerzan por copiar el lenguaje de los políticos del PSUV, incluyendo titulares rimbombantes prometiendo victorias, y frases peyorativas e insultantes cuando se habla de la oposición. A menudo es frecuente leer en nuestros medios frases como “La oposición venezolana, con mayoría circunstancial en la Asamblea Nacional...”, una frase que tal vez sea apropiada para un dirigente político, pero no para un periodista revolucionario que redacta una nota informativa.
Habrá quien leerá el párrafo anterior y dirá que yo estoy proponiendo “despolitizar”. Todo lo contrario, yo no creo que la política esté ligada al insulto, los peyorativos y las frases rimbombantes. Estoy proponiendo dejar atrás la politiquería, y demostrar que el socialismo se puede construir y difundir con altura.
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Nuestro deber no debería ser colocar frases y adjetivos ponzoñosos en nuestros medios y mensajes, que causen que el opositor se moleste y se marche de la página. No queremos crear páginas únicamente para chavistas.
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Nuestro deber debería ser lograr que el opositor lea nuestros argumentos y se convenza por su cuenta de que tenemos al menos parte de la razón. Para esto, tenemos que crear nuevos periódicos, páginas web, radios, televisoras, canales Youtube y cualquier otro tipo de medios de comunicación con un target específico.
Estas
y otras acciones deben discutirse y tomarse con urgencia. Es cierto
que recuperar a millones de personas que dejaron de identificarse con
el chavismo no se hará de la noche a la mañana, que tal vez no sean
muchos al principio los que aprecien los esfuerzos de la revolución
para tenderles una mano. Pero, con las políticas adecuadas y a
través de los años, estoy seguro de que atraeremos de nuevo a
millones de personas que sólo necesitan ver un gobierno con un poco
de interés en sus problemas, para apoyarlo de nuevo.
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