No permitamos que Venezuela sufra un pantallazo azul
En este artículo se
intenta abordar una discusión un tanto difícil: el que muchos
camaradas informáticos, jóvenes, partidarios del software libre,
con un perfil de izquierda, en algún momento partidarios del proceso
bolivariano y técnicos necesarios para que el Estado pueda
desarrollar las aplicaciones requeridas para aumentar la transparencia, la eficiencia, la lucha contra la pobreza y se pueda eliminar la corrupción, de pronto han
asumido una actitud apática con el gobierno bolivariano, ya no
desean trabajar para él o incluso se han alejado del mismo.
Y es un hecho que
muchos camaradas informáticos de la comunidad de software libre, que aplaudieron con gran alegría hace 11 años el Decreto Presidencial
3.390 firmado por el Presidente Hugo Chávez para ordenar la
migración a software libre, poco a poco se fueron decepcionando.
Algunos dejaron de apoyar abiertamente al gobierno, otros incluso se
marcharon del país para hacer vida en otros lugares.
Hay muchas razones,
y sin duda que cada caso es distinto. No voy a negar que en muchos
casos hubo desclasamiento, aburguesamiento, desvinculación con los
problemas del país o rechazo a los sectores populares. Pero también
hay otras razones que todas y todos tenemos que entender.
Y creo que es
necesario dedicar unos párrafos a explicar la forma de pensar de
estos chamos y chamas quienes decidieron estudiar Informática,
Computación o Sistemas.
Cómo funciona la mente de un informático
A los informáticos
y en particular a los programadores (los profesionales que crean los
programas de computadoras que sostienen a la banca, la industria
petrolera, los ministerios, las telecomunicaciones, etc.) nos gustan
las reglas. Necesitamos reglas estrictas, bien establecidas,
documentadas y probadas para lograr que los sistemas funcionen. Y
necesitamos que las reglas funcionen y se cumplan estrictamente.
Un programa no es
más que un conjunto de pasos necesarios para cumplir una tarea.
Estos pasos deben cumplir un gran numero de reglas, para ser
entendidos y ejecutados por un computador. Cualquier computadora
moderna (incluyendo tu laptop, tableta, teléfono inteligente, los
servidores del Banco de Venezuela o los de Google) están basados en
la arquitectura de Von Neumann, y deben cumplir estrictamente un gran conjunto de reglas para que las aplicaciones
modernas, que constan de millones de líneas de código, funcionen bien.
Las computadoras
actuales no son como el HAL 9000 de Odisea del Espacio, o como Vikky,
el computador de “Yo Robot”, que arbitrariamente deciden dejar de
cumplir las reglas que los programadores humanos les implantaron. Si
una computadora decidiera dejar de cumplir las
reglas implantadas, no podríamos confiarles la banca, los cajeros automáticos,
el pago de nóminas, los semáforos, las telecomunicaciones, los
canales de televisión, el control de procesos en Pdvsa, Corpoelec o
Hidroven, o tantas otras aplicaciones críticas.
La formación que
tuvimos los informáticos, básicamente nos obligaba a pasar horas y horas desarrollando software a lo largo de nuestra carrera. Y
el software que desarrollamos allá en la universidad casi nunca funciona a la primera.
Cuando le entregas a la computadora tus líneas de código fuente por
primera vez para que éstas se transformen en una aplicación, casi
siempre la computadora te dirá que el programa tiene decenas,
cientos o hasta miles de errores por reglas no cumplidas.
Los estudiantes de informática tuvimos (y tenemos) que pasar aún más horas haciendo “depuración”: descubrir
qué reglas hemos roto, y corregir el software. Casi siempre los
errores son humanos: no cumplimos alguna regla, y por eso el programa
no funciona. O, en muchos casos, el error está en alguna de las
aplicaciones con las que tenemos que interactuar: bibliotecas de
funciones hechas por terceras personas, drivers, compiladores,
interpretadores. Y tenemos que aprender a corregir las reglas que
nosotros mismos hemos roto. Aprendemos a hacer un máximo esfuerzo por cumplir las reglas. A pesar de nuestros esfuerzos nos equivocamos mucho, lo que hace que seamos humildes. Pero sabemos que podemos corregirnos.
Entenderán,
entonces, que para una persona con esa formación no es fácil vivir
en la Venezuela actual, donde estamos dejando de cumplir las reglas,
leyes y normas que nosotros mismos hemos escrito.
Tenemos una
Constitución muy avanzada. Tenemos innumerables leyes y reglamentos,
y todos los años creamos más. Pero pareciera que muchas de estas
leyes pasan a ser letra muerta. Los motorizados y conductores incumplen las leyes
de tránsito frente a los policías que deberían controlarlos. Los
bachaqueros venden productos de la cesta básica en todas las salidas
del Metro aún cuando eso está prohibido. Los locales comerciales de
todo tipo venden productos a precios que equivalen a decenas de
salarios mensuales de un trabajador. Y se burlan de nosotros mismos
poniéndole una etiqueta de ”Precio Justo”. Los compradores
callejeros de oro y dólares son ilegales, pero ejercen su oficio en
toda la puerta del Palacio Federal Legislativo, sede de la Asamblea
Nacional. Los malandros que roban cadenas van adonde ellos y les
venden la mercancía, todo esto a 50 metros del recinto donde se
hacen las leyes del país.
Total, que uno
percibe que las personas que rompen e incumplen las reglas son las
que les va mejor: los raspacupos y bachaqueros ganan impresionantes
cantidades de dinero que les permiten viajar, comprarse aparatos y
darse lujos a costa de romper todas las reglas que el gobierno
intenta poner para limitar sus actividades. Quienes cumplimos las
reglas terminamos ganando apenas algo más sobre el sueldo mínimo,
vivimos arrimaos con nuestros padres, sin capacidad económica ni
para comprarnos un par de zapatos, o un celular básico. Quienes rompen las reglas ganan
cientos de miles de bolívares, viajan a todos lados, compran carros,
apartamentos y electrodomésticos a través de gestores a quienes
recompensan bien por sus servicios, y casi siempre les va muy bien, a
pesar de que no son otra cosa sino sanguijuelas que viven de robarle
al Estado.
Pocas veces los que
rompen las reglas terminan sancionados, y es más: a veces el
gobierno hace operativos para tratar de “atraerlos” y “hacer
que se porten bien”, poniendo de lado a quienes siempre han
cumplido las reglas. No debe ser fácil para una madre de barrio, que
ha perdido hijos y familiares en las guerras entre pandillas, ver que
el gobierno se acerca a éstas, a veces acompañados por artistas y
celebridades, para ver si entregan las armas y se “portan bien”,
en vez de aplicarles la ley como se debe. Una actitud que, lejos de
favorecernos, nos cuesta votos porque, en todo caso, el gobierno debería acercarse a las víctimas de la inseguridad, no a sus transgresores.
Esto sin dejar de
mencionar medidas que el gobierno ha tomado muchas veces, castigando
a culpables e inocentes por igual cuando no ha sabido resolver
determinados problemas. Por ejemplo: miles de personas usan sus cupos
de viajero y electrónico para cometer irregularidades, pero la
medida que se toma para resolver el problema es castigar a todo el
mundo, inocentes y culpables por igual, recortando los cupos y
poniendo más pasos burocráticos. Acción que, en gran medida,
desfavoreció a prácticamente todo aquel que practica una profesión
que requiere comprar equipos, aparatos, instrumentos o materias
primas disponibles únicamente en el extranjero.
Esto estimula
obviamente que más y más personas rompan las reglas. Recientemente
algunas figuras del chavismo mediático criticaron con fuerza a Luis
Vicente León por decir que cada vez más gente estaba optando por elbachaquerismo como nuevo “oficio”, dadas las impresionantes
ganancias que se obtenían.
Al margen de las profundas diferencias ideológicas que uno pueda
tener con ese señor, ¿no es cierto lo que dijo? Ser bachaquero no
requiere tener que estudiar 5 años en una universidad. No tienes que
dar cuentas a jefes. No tienes mayores responsabilidades. Ni siquiera tienes que cumplir horario todo el tiempo, o presentarte todos los días a trabajar. Tienes
ganancias muy superiores a las que puede tener un agricultor, un
técnico, un trabajador de una fábrica o cualquier personas que haga
parte de las fuerzas productivas del país. Y lo mejor: Sabes que estás violando innumerables leyes, pero ¡nadie te
sanciona!
La Venezuela de
la Pantalla Azul
En un computador, si
una aplicación rompe las reglas, el sistema operativo la penaliza y
hace que deje de funcionar. Una medida hecha para obligar a los
humanos a revisar la aplicación y tomar los correctivos necesarios.
Si una aplicación
que rompe las reglas no es penalizada, si la obligas a seguir
funcionando con los errores que tiene, podría causar un caos enorme:
un cajero automático que entregue menos dinero del solicitado, un
semáforo que prenda las luces verdes en todas las direcciones, la
válvula automatizada de un oleoducto que se abra más allá de su capacidad, una
aplicación de nómina que deposite salarios incorrectos a los
trabajadores, etc.
Peor aún: Si una
aplicación que rompe las reglas continúa funcionando, podría
causar el colapso completo del computador y de todas las otras
aplicaciones.
¿Recuerdan Windows 3.1 y Windows 95? Por razones
técnicas en las que no profundizaremos, una aplicación que "se portaba mal" podía dañarse no sólo a sí misma, sino sobreescribir los espacios de memoria de otras aplicaciones, dañándolas también. Esto causaba en versiones antiguas de Windows los famosos
"errores de pantalla azul". Como no había forma de evitar, en ese
momento, que rompieran dichas reglas, las consecuencias eran
catastróficas: el computador completo se guindaba. Por una sola
aplicación que “se portaba mal” y no era sancionada, todo el
trabajo que estabas haciendo en las demás aplicaciones se perdía, y
tenías que reiniciar tu equipo.
Así siento a esta
gran computadora llamada Venezuela en estos momentos: tenemos muchas aplicaciones problemáticas, que van dañando a las demás y amenazan al país completo de sufrir un peligroso error de pantalla azul.
Hoy
en día, sistemas operativos basados en Linux, MacOS o las versiones más nuevas de Windows actúan como una especie de superpolicía insobornable y no matraquero, que
captura a una aplicación problemática en el momento en el que intenta invadir espacios de memoria de otras aplicaciones, y la extermina sin que dañe a las demás.
En nuestro país, la falta de sanciones ante la ruptura de
reglas ha causado gravísimos problemas de inseguridad y
delincuencia; corrupción en las empresas privadas y públicas;
proliferación del bachaquerismo y el raspacupismo como
nuevos oficios; escasez, especulación, largas colas y el desánimo de
la población que continúa en los puestos productivos, pero piensa en
abandonarlos. Necesitamos que el Estado revolucionario asuma su papel. Que funcione como lo hace Linux: sancionando a quienes no cumplen las reglas, antes de que contaminen a los demás.
Por otro lado: Por
favor, entiendan un poco a los chamos informáticos y del software
libre que están decepcionados con este proceso. Algunos ingresaron a
un ministerio, emocionados para trabajar en un proyecto que les
gustaba, con gente honesta y trabajadora. Y al principio les iba
bien. Pero de pronto cambiaban al ministro, a su jefe y compañeros
de trabajo, y de pronto entraba otro tipo de personas. Ordenaban
destruir trabajos y proyectos anteriores, que costaron miles de horas
de trabajo, esfuerzo, investigación y pruebas. Muchas veces, su
trabajo era sustituido por aplicaciones propietarias, a veces mucho
más ineficientes y que no estaban adaptadas para la realidad del
país ni de nuestras leyes. Esto, en abierta desobediencia y desacato
al Decreto 3.390 firmado por el Presidente Chávez, o a la Ley de
Infogobierno aprobada durante el gobierno de Nicolás Maduro.
Y pronto conocías
que la aplicación se compró porque el vendedor le ofreció jugosas
comisiones al Director de Compras o de Informática. O, peor aún: se
te acerca tu jefe y te ordena alterar bases de datos y borrar
registros, para encubrir actos de corrupción. Y no te queda otra...
no puedes renunciar porque tienes una familia que mantener, no puedes
denunciarlos porque tu vida podría correr riesgo. No te queda otra
sino hacerlo.
Y coño, los
informáticos son informáticos... no políticos. Las y los chamos
se decepcionan, luego viene una transnacional que les ofrece (aquí o en el exterior) un sueldo mucho mejor, y se van. Y perdemos gente valiosísima
desde el punto de vista técnico y de investigación, con un gran
conocimiento de cómo funciona el Estado y sus sistemas. Pero vamos llenando el Estado de corruptos que sólo saben comprar cosas carísimas
para que les paguen comisión.
Con esto, no estoy generalizando ni diciendo que chavismo es sinónimo de corrupción. Creo que la mayoría de los líderes chavistas son honestos y trabajadores, pero muchos no lo son. Incluso a algún líder honesto se le puede colear algún funcionario en su grupo de confianza que sea corrupto. Y tienen que salir de ellos, ¡ya basta de hacernos los locos, de decir que esto no es nuestro problema y mirar para otro lado!
Por otro lado, tenemos una Ley de Infogobierno que las comunidades de
software libre de otros países envidiarían, pero que casi todos los
ministerios venezolanos evaden. Y lo peor es que la gente se siente
revolucionaria y subversiva evadiéndola; van e instalan un Photoshop crackeado y se sienten como el Che
Guevara. Y se justifican
diciendo: "sí, yo sé que es malo e ilegal usarlo en el Estado,
pero total, esto es un quemaíto, yo no le estoy dando plata a las
transnacionales”. No entienden el meollo del problema.
Con esto, no estoy generalizando ni diciendo que chavismo es sinónimo de corrupción. Creo que la mayoría de los líderes chavistas son honestos y trabajadores, pero muchos no lo son. Incluso a algún líder honesto se le puede colear algún funcionario en su grupo de confianza que sea corrupto. Y tienen que salir de ellos, ¡ya basta de hacernos los locos, de decir que esto no es nuestro problema y mirar para otro lado!
Uruguay y Tabare
Vázquez
Peor aún: tenemos
miedo de que empiecen a repetirse errores del pasado. En un mensaje
reciente escrito por un amigo en Facebook, se daba a
conocer la reciente captura de una banda en España que había
logrado que 20 mil personas “rasparan” su cupo de dólares.
Allí se formó un debate interesante con varios camaradas, que
resaltaban lo bueno de esta captura, pero también señalaban que estos 20 mil
raspacupos lograron robarle al país, a lo sumo, unos 60 millones de
dólares (20 mil personas x 3 mil dólares). Una cantidad que al
principio nos parece enorme, pero que palidece comparada con otros
escándalos que quienes vivimos en el mundo del software libre hemos
conocido de cerca.
Por ejemplo, el
convenio que Venezuela firmó con Uruguay en 2007, también por unos
60 millones de dólares, en los que una empresa del hijo de Tabaré
Vázquez se comprometía a vender a Venezuela un software privativo
llamado Genexus, del cual se anunció inicialmente que serviría para
generar todo el software libre que necesitaba el Estado. Esto era tan
tan bochornoso e ilógico, como pedirle a Monsanto que ponga a
producir AgroPatria, pedirle a McDonald's que genere las políticas
del Instituto Nacional de Nutrición, colocar a Coca Cola a
distribuir agua potable o designar a Lorenzo Mendoza en el Ministerio
de Alimentación. Al final, todo ese esfuerzo y dinero se perdió. No
hubo presos, no hubo destituciones, ni siquiera inhabilitaciones
administrativas. En todo caso, el castigo fue para los que
denunciaron el asunto por Aporrea y otros lugares, que son tachados
de ultrosos y conflictivos hasta el día de hoy.
Con bastante
bochorno, nos enteramos que hace unos días nuevos actores del gobierno venezolano
volvió a firmar convenios tecnológicos con este nuevo gobierno de
Tabaré Vázquez, aunque los términos no se han dado a conocer.
Exhortamos al camarada y ministro Rodolfo Marco Torres a recordar que
en Venezuela existe una Ley de Infogobierno que exige el uso de
software libre en toda la plataforma tecnológica del Estado
venezolano, y que cualquier convenio que se firme con la República
Oriental de Uruguay tiene que tener esto en cuenta.
Así como ese,
durante estos años nos hemos enterado de otros casos, como las
cédulas electrónicas o los famosos 25 mil
millones de dólares que se llevaron las empresas de maletín.
O los gastos en aplicaciones propietarias excesivamente costosas,
como Oracle, SAP y similares, que son en estos momentos las columnas
vertebrales de importantes instituciones como Pdvsa, Corpoelec o el Saime.
Cumplir las
reglas y sancionar a quien no lo haga
En fin: Necesitamos
acabar con esta impunidad. Necesitamos transparencia, necesitamos facilitar las denuncias,
necesitamos actuaciones contundentes del Ministerio Público, la
Contraloría, los cuerpos de inteligencia y los tribunales.
Necesitamos que se haga entender a los bachaqueros que tienen que
cumplir las reglas y buscar empleos formales y productivos, y a los
empresarios, dueños de tiendas y de cadenas, que el romper las
reglas tendrá severísimas consecuencias. Lo mismo tiene que hacerse en los ministerios.
Es cierto que parte
de los problemas que vivimos son causados por factores externos con
los que el gobierno bolivariano tiene que lidiar: Por un lado, la
caída de los precios del petróleo es un factor que nadie hubiera
podido prever. Además, la muerte del Comandante Chávez envalentonó
a la derecha venezolana e internacional, que dice que “ahora o
nunca” es el momento de restearse para acabar con el chavismo.
Nadie puede negar el protagonismo de estos grupos en los sabotajes económicos,
contrabando, especulación, en la propia corrupción dentro del
Estado y otros problemas.
Pero también hay
que entender que, si se hubiera enfrentado estos problemas con
severidad, castigando a los que incumplen las leyes y
robusteciéndolas de ser necesario, muchos de estos neogolpistas y
corruptos se hubieran replegado y no estarían jugando a sabotear la economía venezolana, a contrabandear productos alimenticios o a sonreírle a
Maduro en Miraflores para ver si le afloja unos dolaritos, para luego
revenderlos en el mercado negro.
Sí, sé lo que
muchos deben estar pensando: que somos tecnócratas que vivimos
encapsulados en nuestro propio mundo, en una oficina llena de servidores, que no entendemos los problemas
de Venezuela, que hay personas en sectores populares con necesidades
gravísimas. Lo sé. Y es tal vez esa la razón por la que muchos
continuamos apoyando a este gobierno: porque sabemos que otras
personas, para nada vinculadas con las decisiones económicas, están
echándole pichón en los barrios, en las aldeas, en sitios remotos
ayudando a las personas en extrema pobreza, produciendo y dando el
ejemplo. Seguimos con este gobierno, con este proceso revolucionario
por ellos, gracias a ellos y trabajando con ellos. Porque si fuera
por quienes han tomado las decisiones económicas, científicas, tecnológicas o por quienes
deberían velar por el cumplimiento de las leyes, de seguro que no
estaríamos aquí. Simplemente no estaríamos en ningún lado.
Al final, una de las
razones por las que uno sigue apoyando al proceso es porque uno sabe
que la derecha hará las cosas aún peor, y estamos viendo las evidencias "en vivo y directo" en países como España o Grecia. Y coño, es terrible, es
agotador, es a veces hasta frustrante estar peleando con todo el
mundo: pelear con los caprilistas, con los leopoldistas y los
guarimberos que quieren hundir el país aún más, desconociendo los
logros en la lucha contra la pobreza que han habido en 15 años de
gobierno bolivariano. Pero pelear en este lado con los choros con
corbata que existen en los entes públicos y quieren comprar SAP y
Oracle porque les ofrecen grandes comisiones. Pelear con los
bachaqueros. Pelear con los dueños de los abastos y supermercados.
Pelear con el Sundde, que pareciera que no hace nada. Pelear con los
camaradas que están deprimidos o molestos, y quieren abandonarnos e irse. Pelear con Marea Socialista y otros camaradas de izquierda, que parecieran no entender el momento histórico. Pelear con VTV
porque el canal se ha convertido en una repetidera de consignas que no permite el debate ni el surgimiento de nuevas ideas, y que a veces hasta se convierte en un showcase de productos de
las transnacionales contra quienes luchamos. Pelear
con el sistema de medios públicos, que olímpicamente ignoró la
muerte del amigo y camarada José Luis Rey. Pelear con los camaradas
que creen que hacer revolución es repetir consignas y gritarlas
durísimo. Que creen que denunciar los problemas es deslealtad. Que
creen que las personas que tienen que estar en los puestos claves son
las que dicen “¡Sí señor, como usted ordene!” y no las que
dicen “Camarada, creo que eso no funcionará, aquí le explico por
qué y le presento una alternativa”.
Esas cosas están muy alejadas del debate sobre si el
sistema económico debe ser el capitalismo o el socialismo. Porque,
hasta donde sé, la Unión Soviética funcionó muy bien en lo
productivo. Allá se acataban las
reglas, se sancionaba fuertemente su violación y el delincuente era tratado con severidad. El "socialismo real" tenía muchos defectos y problemas que no queremos copiar, pero ese tipo de cosas sí deberíamos imitarlas.
Todos estamos dispuestos a seguir trabajando duramente en pro del proceso revolucionario, con el fin de acabar con la pobreza y la desigualdad, que no es un sueño sólo de Hugo Chávez o de Nicolás Maduro, sino de todos y cada uno de nosotros. Pero necesitamos un cambio radical en el gobierno bolivariano para lograrlo. Son cambios que no dependen de nosotros, sino de ustedes. Esperamos que den el paso adelante.
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