¿Por qué no todos podemos ir a Sala Plena?

Crece la indignación ante los rumores (que cada minuto dejan un poquito de ser rumores para aproximarse a una dura realidad) de que la Sala Plena del Tribunal Supremo de Justicia, con ponencia de Rosa Mármol León, dictará libertad absoluta para el alcalde Henrique Capriles Radonsky, en una medida que permitirá que cualquier persona, en el futuro, pueda allanar embajadas en territorio venezolano en búsqueda de sus enemigos políticos sin temor al derecho nacional o internacional.

El problema es que a Capriles Radonsky no lo mandaron a poner preso por sus creencias políticas o porque fuera antichavista; lo hacen porque él desacató tres llamados a ir a la Fiscalía a declarar... en otras palabras, ¡un crimen común! Además, toda Venezuela fue testigo cuando él penetró a una embajada asediada, sin luz, teléfono ni agua, para pedir que le dejaran inspeccionarla y sólo entonces retiraría a los manifestantes... un vulgar chantaje, pues todos sabemos que si el acoso hubiera sido de chavistas contra la Embajada de los Estados Unidos, hubieran sido reprimidos en cuestión de minutos con perdigones, lacrimógenas y plomo.

Sala Plena para un Crimen común
Si ahora la Sala Plena del Tribunal Supremo de Justicia se dedica a resolver crímenes comunes, ¿qué impide que cualquier persona que haya cometido delitos menores acuda a ella en búsqueda de justicia? ¿O es que sólo pueden ir a ella quienes tengan apellidos importantes?

¿Puede ir a Sala Plena el muchacho que va preso por robarse un trozo de pan? ¿Puede ir la mujer que vive en lo más alto de un cerro y trabaja de secretaria ganando sueldo mínimo, quien decidió clavarle unas tijeras en las entrañas a su marido para escaparse de él, cansada de que éste todas las noches la golpeara a ella y a su hijo?

¿Podemos incluir en la Ley del TSJ que los diputados ocasionalmente discuten, que la Sala Plena puede y debe avocarse a revisar cada uno de los expedientes de las decenas de miles de presos que tenemos en nuestras cárceles, así como se hizo con Capriles Radonsky?

La indignación crece, y crecerá más y más, sobre todo cuando Sala Plena dicte su sentencia, y los imberbes de la oposición comiencen con su corneteo a celebrar su "victoria". Porque cada "victoria" de la oposición es una victoria de la injusticia, y es una gota más de indignación que, lejos de desanimarnos, nos empujará a luchar aún más, a buscar más aliados, a crecer en esta lucha.

Porque ya la lucha no es contra Carmona, Ortega o Pedro Soto --que casualidad, todos se asilaron en embajadas, y todos lograron salir sin ser asediados--. La lucha ya es contra aquellos que premian las injusticias con una botella de whisky 18 años, y contra aquellos que creen que la impunidad se compra con un puñado de billetes.

A tal respecto, y como sé que yo suelo ser muy aburrido y monótono cuando escribo, quiero compartir con ustedes un escrito que envió el amigo Martín Guedez a la lista de los Robertos, que realmente conmovió a todos los lectores de dicha lista cuando expresábamos nuestra impotencia ante la nueva medida que la Sala Plena dictará en cuestión de horas. Luego, un poema de Benedetti.

El niño que estuvo siete años preso


Comparto esa arrechera que debes tener.

Por eso mismo es que debemos profundizar al proceso o la contra nos arrasará. Hace años, estuve trabajando con el Monseñor Mario Moronta en la revisión de expedientes de miles de presos. Todavía conservo en mi corazón las lágrimas de Mario, cuando nos topamos con un expediente de un muchacho que había sido ingresado al Retén de los Flores de Catia, siete años antes, siendo apenas un niño.

En esos siete años fue violado y violó, lo chuzaron y chuzó, perdió casi todo vestigio de ser humano en esa molienda inclemente que era aquel recinto. Pues bien, tomamos su nombre y preguntamos qué tribunal tenía su expediente y nadie lo sabía. Recorrimos los distintos tribunales y por fin una secretaria encontró una carpeta, roída, arrugada y molida, --como el alma de aquel muchacho-- y nos dijo, con bastante emoción:

-¡Aquí está!

Abrió la carpeta y allí estaba la boleta de excarcelación, fechada siete años antes, que nadie había llevado al Retén de Los Flores.
¿Han cambiado las cosas?, en lo meramente formal sí, pero en la realidad... ¿han cambiado las cosas? Sabemos tú, nosotros y yo, que no. Es por eso, hermano Luigino, que somos revolucionarios. Es por eso que estamos en esto. Porque seguimos -como decía el Che- espoleando el duro costillar de Rocinante, hasta lograr que algún día el viejo jamelgo se ponga a la altura de los sueños.

¿Que este niño bien de alma mal, tenga acceso directo a la Sala Plena?

¿Que tú puedas apresar un Presidente y pasar a la historia procesal como alguien "preñado de buenas intenciones"?

¿Que puedas ordenar la ejecución de decenas de criaturas en Puente Llaguno y seguir siendo un Señor?

¿Que se maten miles de niños y mujeres en Bagdad y a eso se llame libertad duradera?

¿Que se tiren dos bombas atómicas sobre dos ciudades llenas de civiles y llevarse por delante más de setecientas mil personas y clasificar el hecho como economía de guerra necesaria, como lo calificó el Sr. Truman?,

Y por último, ¿que tú, nosotros y yo cometamos la más leve violación al estado de derecho, así sea en estado de extrema necesidad, y vayamos presos? Esa es la razón de nuestras luchas.

¡Qué riñones! ¿no?, pero no hay problema. Podrán quitarnos los derechos, podrán atropellar nuestra ciudadanía, pero nunca podrán rozar siquiera nuestra dignidad. O como dijo Miguel de Unamuno al general Millán Astray: ¡Lléveme general! pero sepa que vencereis pero no convencereis, porque para vencer sólo es necesaria la fuerza y esa os sobra, y para convencer la razón y esa no la teneis.

Hombre preso que mira a su hijo



Cuando era como vos me enseñaron los viejos
y tambien las maestras bondadosas y miopes
que libertad o muerte era una redundancia
a quen se le ocurría en un país
donde los presidentes andaban sin capangas
que la patria o la tumba era otro pleonasmo
ya que la patria funcionaba bien
en las canchas y en los pastoreos
realmente botija no sabían un corno
pobrecitos creían que libertad
era tan solo una palabra aguda
que muerte era tan solo grave o llana
y cárceles por suerte una palabra esdrújula
olvidaban poner el acento en el hombre
la culpa no era exactamente de ellos
sino de otros más duros y siniestros
y éstos sí
como nos ensartaron
en la limpia república verbal
cómo idealizaron
la vidurria de vacas y estancieros
y cómo no vendieron un ejército
que tomaba su mate en los cuarteles
uno no siempre hace lo que quiere
uno no siempre puede
por eso estoy aquí
mirándote y echándote
de menos
por eso es que no puedo despeinarte el jopo
ni ayudarte con la tabla del nueve
ni acribillarte a pelotazos
vos ya sabés que tuve que elegir otros juegos
y que los jugué en serio
y jugué por ejemplo a los ladrones
y los ladrones eran policías
y jugué por ejemplo a la escondida
y si te descubrían te mataban
y jugué a la mancha
y era de sangre
botija aunque tengas pocos años
creo que hay que decirte la verdad
para que no la olvides
por eso no te oculto que me dieron picana
que casi me revientan los riñones
todas estas llagas hinchazones y heridas
que tus ojos redondos
miran hipnotizados
son durísimos golpes
son botas en la cara
demasiado dolor para que te lo oculte
demasiado suplicio para que se me borre
pero también es bueno que conozcas
que tu viejo calló
o puteó como un loco
que es una linda forma de callar
que tu viejo olvidó todos los números
(por eso no podría ayudarte en las tablas)
y por lo tanto todos los teléfonos
y las calles y el color de los ojos
y los cabellos y las cicatrices
y en qué esquina
qué bar
qué parada
qué casa
y acordarse de vos
de tu carita
lo ayudaba a callar
una cosa es morirse de dolor
y otra cosa morirse de vergüenza
por eso ahora
me podés preguntar
y sobre todo
puedo yo responder
uno no siempre hace lo que quiere
pero tiene el derecho de no hacer
lo que no quiere
llorá nomás botija
son macanas
que los hombres no lloran
aquí lloramos todos
gritamos berreamos moqueamos chillamos
maldecimos
porque es mejor llorar que traicionar
porque es mejor llorar que traicionarse
llorá
pero no olvides.


Mario Benedetti




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