No fue culpa del pueblo: ¡fue culpa nuestra!

 
La contienda electoral es una evaluación. Es el momento que, cada tantos años, el pueblo evalúa determinado proyecto político y su desempeño, y expresa si lo que ha ocurrido en los últimos meses o años estuvo bien o no. Decir que “el pueblo se equivocó” al no votar por nosotros o al evaluar negativamente nuestra gestión (utilizo “nosotros” porque yo también trabajo en el Estado) es un acto de soberbia y arrogancia sin límites, una soberana estupidez desde el punto de vista político.

Si no te gusta que el pueblo evalúe tu gestión, entonces propón otro sistema político en el que la gente no vote. Pero ese sistema ya no será democrático ni chavista. Será otra cosa. Chávez defendió hasta el último día de su vida el derecho de la gente al voto, a participar, proponer e incluirse.

Advierto de antemano que este primer artículo que escribo tras las elecciones legislativas del 6 de diciembre, no tiene como fin examinar los graves problemas de gestión que hemos tenido desde el gobierno bolivariano. Ya otros autores han hecho muy buenos análisis sobre ese tema. Viene, más bien, a tratar de salir al paso a aquellas personas que pensaban que el pueblo venezolano, a pesar de estos problemas, iba a salir a votar masivamente por el gobierno bolivariano, y que si no lo hicieron es porque son unos "malagradecidos" o incluso unos "traidores".

Puede ser que hayamos creído que todo el pueblo chavista es de formación marxista leninista, que entiende perfectamente el momento histórico que vivimos, y que, con el fin de evitar que la derecha se encaramara en el poder, iban a votar de forma consciente por la revolución bolivariana a pesar de los terribles errores de gestión y de la difícil situación que vivimos. Pero la única forma de haber logrado ese objetivo, es que hubiésemos pasado los 17 años anteriores realizando tareas de formación que, lamentablemente, nunca hicimos. O que no hicimos como se debía.


― Debimos, por ejemplo, haber convertido al Psuv y demás partidos revolucionarios en lugares que impartieran formación de cuadros, y no sólo ser un partido para buscar gente durante las elecciones.


Debimos haber usado las televisoras revolucionarias para crear contenidos de altísima calidad, muy atractivos y que dejaran en la mente de las personas los mensajes, la formación y los valores que queremos llevar.


― Debimos haber usado nuestros liceos bolivarianos y universidades públicas para la formación política desde los propios pensum de estudio. Y fíjense que no me refiero al panfletarismo, a la gritadera, a la politiquería, al “viva Chávez, mueran los escuálidos”. Eso no es ser político. Eso es ser un loco gritón. 

Pero sí debimos llevar a los chamos a razonar por su propia cuenta, a entender cómo funciona el mundo actual, a entender de dónde venimos y hacia dónde vamos. A explicarles que la historia de la Humanidad desde su mismísimo comienzo ha sido una lucha de clases: que los ricos siempre han sometido a los pobres de diferentes maneras a lo largo de la historia. Lo hicieron con el feudalismo, el mercantilismo o el actual capitalismo. Lo hicieron con la invasión europea que arrasó con los habitantes de América y trajo a millones de esclavos de otras latitudes a explotar las ricas tierras de este continente.


― Debimos explicarles, de forma sencilla y didáctica pero convincente, cómo llegamos al mundo de hoy: quiénes son los dueños del poder económico en todo el planeta y cómo intentan influir en todas nuestras decisiones. Por muy apolítico que quieras ser, cada aspecto de la carrera o plan de formación que estás cursando (bien seas estudiante de farmacia, comunicación, informática, agronomía, medicina, artes o veterinaria) ha sido analizado y determinado por una gran transnacional extranjera, y las decisiones que tomes frente a ello determinarán tu postura política, así nunca uses una franela de Primero Justicia o del Psuv.


― Debimos explicarles que esas empresas transnacionales intentan formarlos para que ellos, como futuros profesionales, les sirvan a ellas y no al bravo pueblo latinoamericano, pues a dichas empresas no les interesa sacarnos de la pobreza sino aumentar su capital. ¡Expliquémosle a nuestros chamos cómo funciona todo! Que el que se quiera ir a trabajar a Procter and Gamble lo haga conscientemente, sabiendo que lo hará para incrementar la fortuna de unos empresarios gringos, y que no vaya engañado, creyendo que “esa empresa me va a tratar mejor porque me aprecia y sabe lo que yo valgo”.


― Debimos explicarles cómo está configurado el mundo: cómo hay países “ricos” con un elevado nivel de vida para una parte de su población, pero para eso se valen de países sumidos en la pobreza de forma intencional, que son los que ponen la mano de obra y la materia prima.


― Debimos explicarles que la revolución iniciada por Hugo Chávez es un valeroso intento, de los miles que han existido en la historia de la humanidad, de romper con toda esa pirámide de opresión. Y que la izquierda mundial mantendrá vivos todos todos estos movimientos de lucha hasta que podamos vencer, acabando con este sistema capitalista, eliminando la pobreza y la desigualdad en el mundo.


― Y entonces, joven, debimos explicártelo y dejártelo muy en claro: existe la derecha y la izquierda. Por un lado están los dueños del capital, y por el otro las fuerzas populares que están rebeladas contra ellos. ¿A cuál te unirás? Es tu decisión. Pero ya te explicamos cómo funciona el mundo... ¡luego no digas que te engañaron!


― Debimos haber usado nuestros medios públicos, nuestro ministerio de la Cultura, nuestras editoriales, nuestra Villa del Cine para inspirar. Para hacerles soñar. Para llevar nuestro mensaje. El cine y la literatura anglosajona están llenas de películas y libros de ciencia ficción sobre cómo iba a ser el mundo del futuro. Éstas inspiraron a los jóvenes de los países capitalistas, y les animaron a luchar para convertirse en los científicos e ingenieros que crearon los nuevos adelantos emblemáticos del capitalismo del siglo 21: teléfonos celulares, carros que se conducen sólos, drones, viajes espaciales privados. Adelantos que, en la práctica, sólo han servido para aumentar el capital de sus empresarios, más que para aumentar el bienestar y la felicidad del pueblo del mal llamado "primer mundo".

De esa misma manera, nosotros debemos inspirar a los jóvenes de hoy para convertirse en los luchadores que construirán el socialismo del futuro, que sacará a nuestro continente de la pobreza. Así cómo Star Wars inspiró al mundo y les enseñó que un Imperio enorme puede ser derrotado por una rebelión (y luego George Lucas convirtió toda esa inspiración en la mayor venta de juguetes de la historia), asímismo a nosotros nos hace falta inspirar a las nuevas generaciones usando los nuevos medios y tecnologías existentes hoy.

Pero nosotros no lo hemos hecho. No le hemos enseñado a nuestros jóvenes cómo, de tener éxito nuestra rebelión contra el sistema capitalista, este proceso socialista nos llevará a un mundo distinto dentro de 10, 20, 50 o 200 años. De hecho, nunca hemos dado pistas sobre cómo será ese mundo socialista del futuro. Esa ausencia de inspiración y de un horizonte claro, combinado con las adversas condiciones económicas, con los ataques mediáticos contra el socialismo y con las promesas de éxito que les transmite el mundo capitalista a través de sus medios, es lo que causa que muchos de los jóvenes que formamos gratuitamente en nuestras propias casas de estudios se gradúen y se vayan del país. 

Si en el mundo capitalista sueñan con naves espaciales, carros voladores y circuitos implantados en la piel para ser felices, nosotros tenemos derecho a soñar con vivir en una Latinoamérica ecológica, moderna, sin pobreza, con acceso ilimitado al conocimiento, donde hasta el más joven pueda crear ciencia y arte y hacer cosas asombrosas con lo más mínimo. 


Si las películas capitalistas enseñan a su población que la salvación del mundo sólo es posible cuando un héroe caiga desde Kriptón, con su capa, sus súperpoderes y sus soluciones individualistas, los productos cinematográficos de nuestro mundo socialista tienen que enseñarnos que la solución no es esperar un héroe imposible, sino que el pueblo en conjunto, luchando de forma cooperativa, conjunta y organizada, es el que logrará la solución de los problemas.
 
Pero a menudo nuestros medios, libros y películas muestran el campo como un lugar aburrido, flojo, lento, poco atractivo. Y muestran el barrio como un lugar feo, triste, lleno de violencia, drogas y odio, donde sólo sobrevive el más agresivo, el “más apto”. Y ni siquiera intentan mostrar cómo seremos en un futuro utópico y socialista. O cómo será el mundo distópico y en caos si nosotros fracasamos.


Lo que NO debimos hacer

En vez de llevar formación, conocimientos e inspiración, ¿qué fue lo que hicimos? ¿En qué utilizamos la inmensa inversión que hicimos en nuestros medios de comunicación?

CASO TVES: creamos un canal que intenta generar rating a partir del uso del cuerpo de la mujer como objeto, usando música que igualmente no transmite mayores valores excepto la rumba, las papas calientes y los mismos artistas comerciales que también se ven en Venevisión o Televen. Además, el medio es utilizado de forma personalista para la autopromoción del presidente del canal. La misma persona que sacó de Tves, de forma humillante, a trabajadores revolucionarios de gestiones anteriores.

CASO VTV y demás medios: los usamos para transmitir con urgencia las ultimísimas declaraciones del ministro Fulano (generalmente una o dos horas aburridas en las que una persona, rodeada de sus directores y funcionarios, se autoalababan por la más reciente obra inaugurada). Hay ministros y vicepresidentes de área que pasaban al menos 6 horas semanales hablando por VTV, usando un costoso equipo técnico y humano de cientos de personas, para hablar y emitir discursos repetitivos que casi nadie escuchaba.


Pésimos mensajes: iniciamos políticas nada convenientes, como la regaladera de electrodomésticos o la entrega a diestra y siniestra de tarjetas de crédito, que sólo sirvieron para aupar el consumismo del que decíamos ser enemigos y hacer que muchos se endeudaran comprando todo tipo de bienes. Dichas políticas las acompañamos con frases vacías, como “Vivir bien” y “Vivir viviendo”. Todo esto sirvió únicamente para implantar en la población la idea de que el gobierno era bueno porque ofrecía cosas baratas o regaladas. De que, para "vivir bien" y ser feliz, tenías que comprar tu neverota, cocina, televisor y aire acondicionado Haier. En nuestros medios, los intentos de algunos ministros para explicar por qué el gobierno regalaba o vendía baratos estos artilugios, eran frases como: “el capitalismo es malo porque vende caro, el socialismo es bueno porque vende barato”.

Pero cayeron los precios del petróleo y ya el país no estaba para vender electrodomésticos a bajísimos precios. El "vivir bien" se acabó y millones de personas que ya no podían comprar más, se decepcionaron de un gobierno que les enseñó que era bueno porque vendía barato.


Las tabletas: Cuando vimos la pérdida de apoyo de la juventud venezolana al proyecto bolivariano, nos desesperamos. Y, desde el gobierno bolivariano, se formuló un plan que, equivocadamente, creímos que sería la solución mágica para atraer a los más jóvenes: la regaladera de tabletas. Un nuevo paso en la dirección contraria.



A ver: ¿qué es una tableta hoy, en 2015? Es simplemente una puerta de entrada a eso que llamamos “Internet”. Y, ¿quién domina la Internet? Las transnacionales del entretenimiento. Lo primero que hace alguien que tenga una tablet, es abrir Youtube y ponerse a ver videos. ¿Cuáles son los principales videos recomendados por Youtube? Los de VEVO (plataforma de distribución de contenidos, formada por Universal, Sony, Viacom y Disney junto a Google para la promoción de sus videos musicales, avances de películas, etc.) y, en general, los de todas las transnacionales del entretenimiento mundial. Ellas le pagan millones de dólares a Google para eso, y Google las pone en la portada de Youtube, de su tienda Google Play y en todos lados.

En otras palabras, estábamos regalando tabletas a diestra y siniestra a chamos y chamas, muchos de los cuales no tenían formación política ni identificación con las necesidades de nuestro país. Usaron sus tabletas para abrir Youtube y volverse adictos a contenidos de inmensa calidad que las transnacionales del entretenimiento emiten para distraer a la población mundial y mantenerla dócil. Para que sigamos haciendo nuestra partecita como esclavos del sistema económico capitalista.

Si de verdad queríamos entregar herramientas educativas a jóvenes universitarios,  primero debimos entender que las tabletas hoy día son, principalmente, aparatos para visualizar contenidos. Y, si no queríamos que nuestros jóvenes en formación se volvieran adictos a los atractivos contenidos creados por la cultura hegemónica estadounidense, teníamos que haber creado primero nuestros propios contenidos, y luego una gran plataforma informática para distribuirlos.  Una vez creada esa plataforma, entonces le damos a la gente los medios para poder accederla: las tabletas, el wifi, etcétera.

Tuvimos 17 años para crear esos contenidos, esa plataforma, esa infraestructura, pero no lo hicimos. ¡A nadie le pareció importante! En cambio, ¡le hicimos el favor a Google, Warner y Sony de volver a millones de chamos venezolanos adictos a sus contenidos!

Una tableta Canaima no es lo mismo que una Canaimita. Las laptops del proyecto Canaima Educativo fueron concebidas desde el comienzo como herramientas educativas, cargadas con decenas de gigabytes de videos y contenidos diseñados en el Ministerio de Educación específicamente para el grado que está cursando el niño o niña. Además, están cargadas con software educativo de muy buena calidad. Yo recomendaría enormemente al presidente Maduro que, cuando hable sobre las Canaimitas, no se enfoque sólo en el aparato, ¡sino en todo el contenido que desarrollaron valiosos profesionales venezolanos para que los niños se formen!

¿Se entiende entonces, que no es culpa de la gente, sino que es culpa nuestra?

El regalar tabletas a muchachos de 18 ó 19 años, en plena flor de la vida y con todas sus capacidades, también les transmitía una idea equivocadísima: que se puede obtener cosas sin luchar y sin trabajar. Y eso no es un valor socialista. Tampoco es algo que Chávez hubiera querido transmitir. Bien pudimos entregarles las tabletas como recompensa a los estudiantes más destacados. O pudimos, en vez de regalárselas, entregárselas a cambio de realizar trabajo comunitario, comunal, como facilitadores en misiones, o de laborar unas horas diarias haciendo diferentes oficios en los centros de estudio. Todo lo contrario, les enseñamos que socialismo era sinónimo de regaladera, y hasta nos atrevimos a llamarlos “malagradecidos” (sí, yo también lo hice) cuando empezaron a aparecer fotos de chamos que le ponían el logo de la MUD a su nueva tableta.

En serio, ¿nosotros esperábamos que un joven opositor se volviera chavista por regalarle una tableta? ¿Qué clase de chavista iba a ser ese? Gente que se volvía chavista tras recibir regalos, es la primera que se iba a voltear para la oposición cuando las cosas se pusieran difíciles, y fue en efecto lo que ocurrió.

Entendamos que todo esto no es culpa de ellos. Es nuestra culpa. 

Por supuesto, que hubo otras millones de personas quienes sí apoyaron al proceso revolucionario en las elecciones, sin importar si han sido beneficiadas o no por estos planes sociales, pues ellas entendieron muy bien el mensaje emitido en su momento por el Presidente Chávez, por Nicolas Maduro y otros líderes del proceso revolucionario. No se puede subestimar a las más de 5 millones de personas que sí votaron por la revolución, pero tampoco podemos dejar de pensar en que la gran mayoría de las 7 millones que votaron en contra, no son empresarios ni oligarcas: son personas asalariadas o con negocios personales propios, que deberían beneficiarse mucho más de vivir bajo socialismo que bajo capitalismo. Pero aún no hemos sabido hacerles llegar nuestro mensaje.

¡Rectifiquemos entonces! Pero es mucho lo que hay que rectificar, es mucho lo que tenemos que discutir, y realmente esperemos que hayan cambios absolutos y totales, si es que queremos vencer en las difíciles pruebas que afrontaremos los próximos meses, en las cuales estará en peligro no sólo la continuidad del proceso revolucionario, sino hasta nuestra propia vida.


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