Aaron Swartz, el Comandante de las guerrillas por el conocimiento libre

(Una versión resumida de este artículo fue publicada en CiudadCCS 
el miércoles 16 de enero de 2013)


El pasado 11 de enero el activista, escritor y programador Aaron Swartz fue hallado muerto en su apartamento en Brooklyn, Nueva York. El joven de 26 años, perseguido por el sistema judicial estadounidense, fue encontrado colgado en su habitación.

Más allá de sus méritos técnicos como creador del estándar RSS, Aaron fue un activista político destacado, que luchó contra las editoriales y corporaciones del mundo que usan los derechos de autor y propiedad intelectual para limitar el acceso a la cultura y al conocimiento. “¿Obligar a los investigadores a pagar para leer el trabajo de sus colegas? ¿Escanear bibliotecas enteras pero solo permitiendo que sea leído por el personal de Google? ¿Facilitar artículos científicos a aquellos que están en universidades de élite del Primer Mundo, pero no para los niños en el Cono Sur? Esto es escandaloso e inaceptable”. Así lo escribió en 2008 en su “Manifiesto de la Guerrilla del Acceso Abierto”, un documento de obligatoria lectura para todo revolucionario, en la cual hace una aguda crítica a las leyes de derechos de autor y propiedad intelectual, escritas a la medida del capitalismo.

Lo reproducimos completo a continuación.
Manifiesto por la Guerrilla del Acceso Abierto
La información es poder. Pero como con todo poder, hay quienes lo quieren mantener para sí mismos. La herencia científica y cultural del mundo completa, publicada durante siglos en libros y revistas cientificas (journals), está siendo digitalizada y apresada en forma creciente por un manojo de corporaciones privadas. ¿Quieres leer los papers que presentan los más famosos resultados de las ciencias? Vas a tener que mandarle un montón de dinero a editoriales como Reed Elsevier. 
Están aquellos que luchan por cambiar esto. El Movimiento por el Acceso Abierto ha luchado valientemente para asegurarse que los científicos no cedan su derecho de copia, sino que se aseguren que su trabajo sea publicado en Internet, bajo términos que permitan el acceso a cualquiera. Pero incluso en los mejores escenarios, su trabajo sólo será aplicado a las cosas que se publiquen en el futuro. Todo lo que existe hasta este momento se ha perdido.
Ese es un precio muy alto por el que pagar. ¿Forzar a los académicos a pagar dinero para poder leer el trabajo de sus colegas? ¿Escanear bibliotecas enteras para sólo permitir leerlas a los empleados de Google? ¿Proveer artículos científicos a aquellos en las universidades de élite del Primer Mundo, pero no a los niños del Sur Global? Es indignante e inaceptable.
``Estoy de acuerdo,'' dicen muchos, ``¿pero qué podemos hacer? Las compañías detentan los derechos de copia, hacen enormes cantidades de dinero cobrando por el acceso y es perfectamente legal --no hay nada que podamos hacer para detenerlos.'' Pero sí hay algo que podemos hacer, algo que ya está siendo hecho: podemos contraatacar. 
A ustedes, con acceso a estos recursos --estudiantes, bibliotecarios, científicos-- se les ha otorgado un privilegio. Ustedes pueden alimentarse en este banquete del conocimiento mientras el resto del mundo queda fuera. Pero no es necesario --de hecho, moralmente, no es posible-- que se queden este privilegio para ustedes. Tienen el deber de compartirlo con el mundo. Y lo han hecho: intercambiando contraseñas con colegas, haciendo solicitudes de descarga para amigos. 
Mientras tanto, aquellos de ustedes que se han quedado fuera no están cruzados de brazos. Han estado atravesando agujeros sigilosamente y trepando vallas, liberando la información encerrada por las editoriales y compartiéndola con sus amigos. 
Pero todas estas acciones suceden en la oscuridad, escondidas en la clandestinidad. Se les llama robo o piratería, como si compartir la riqueza del conocimiento fuera el equivalente moral de saquear un barco y asesinar a su tripulación. Pero compartir no es inmoral --es un imperativo moral. Sólo aquellos que están cegados por la codicia se negarían a hacerle una copia a un amigo.
Las grandes corporaciones, por supuesto, están cegadas por la codicia. Las leyes bajo las que operan lo requieren --sus accionistas se sublevarían por mucho menos. Y los políticos que se han comprado los apoyan, aprobando leyes que les dan el poder exclusivo de decidir quién puede hacer copias.  
No hay justicia alguna en obedecer leyes injustas. Es tiempo de salir a la luz y en la gran tradición de la desobediencia civil, declarar nuestra oposición a este robo privado de la cultura pública. 
Necesitamos tomar la información, donde sea que esté guardada, hacer nuestras copias y compartirlas con el mundo. Necesitamos tomar las cosas que están libres del derecho de copia y agregarlas a este archivo. Necesitamos comprar bases de datos secretas y ponerlas en la Web. Necesitamos descargar journals científicos y subirlos a redes de compartición de archivos. Necesitamos pelear una Guerrilla por el Acceso Abierto. 
Si somos los suficientes, alrededor del mundo, no sólo enviaremos un fuerte mensaje en oposición a la privatización del conocimiento --la haremos una cosa del pasado. ¿Vas a unírtenos?
Aaron Swartz
Julio 2008, Eremo, Italia
 Aaron estaba siendo enjuiciado, acusado de haber descargado 4 millones de “papers” o artículos científicos de JSTOR, una base de datos académica que habría descargado desde el Instituto de Tecnología de Massachussets (MIT) y luego puso a la disposición de la gente. Aún cuando JSTOR retiró los cargos civiles en su contra, la Fiscalía mantuvo su persecución penal contra él, enfrentando 13 acusaciones que podrían encarcelarlo por 50 años. Sí: cincuenta años de cárcel por descargar documentos científicos y compartirlos con la gente. Para el sistema estadounidense, Aaron es más peligroso que un violador, un asesino en serie o un pederasta.

El marxismo nos enseña que los dueños de los medios de producción son quienes tienen en jaque a la humanidad. Pero no sólo porque son los dueños del capital, sino porque son los dueños del conocimiento, sin el cual los pueblos del mundo jamás podrán independizarse.

En Venezuela, el gobierno bolivariano realiza algunos esfuerzos por liberar la cultura y el conocimiento, tales como la Biblioteca Digital Arístides Rojas, la Biblioteca Ayacucho, el unirse a la RedFederada de Repositorios Institucionales de Publicaciones Científicas -LA Referencia, un esfuerzo latinoamericano para compartir los repositorios científicos de nuestras universidades- y otros esfuerzos que requieren muchísimo más apoyo. Y más guerrilleros.

La inesperada muerte de Aaron no puede pasar desapercibida. Si él hubiera vivido aquí en Venezuela, nos estaría ayudando a compartir todo el conocimiento de nuestras universidades. En vez de cárcel, estaría coordinando nuestros esfuerzos.

La única forma de cambiar nuestro mundo, es que todos nos convirtamos en Swartz: en guerrilleros por la libertad del conocimiento.

Comentarios

  1. Si Swartz viviera en Venezuela probablemente estaría chillando como un escuaca por la verdad sobre la salud del presidente, la libertad de información, el respeto al texto constitucional y todas esas pavadas burguesas que defienden los liberales.

    O quizás estaría destapando ollas como las de Derwick Asociados y el gobierno lo habría mandado a callar. Se habría tirado una huelga de hambre a lo Franklin Brito y los chavistas de burlarían de él en todo el Sistema Nacional de Medios.

    Quienes tienen en jaque a la humanidad son los que defienden a los poderosos.

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