Caso Alba Ciudad: ¿Quiénes deben evitar que el Estado se desmorone?

Es tanto lo que quisiera escribir sobre esto, pero al mismo tiempo no sé si sea lo mejor. Pero pienso que es necesario dejarlo por escrito.

En enero de 2017, la emisora Alba Ciudad 96.3 FM, radio del Ministerio del Poder Popular para la Cultura en Caracas, tenía 39 programas al aire. Aunque algunos tenían sus fallas, la mayoría eran excelentes, incluyendo "La Ventana" de Enza García, "Radar 96" de Jose Angel Lanz y José Gregorio Sánchez, o "La Salsa de Acero" de José Gregorio Acero, entre muchos otros. Programas que han recibido numerosos premios y galardones y tenían una gran audiencia cautiva y una gran cantidad de seguidores.

Tres meses después, casi todos estos programas habían sido sacados del aire sin explicación alguna. Nuestra coordinadora general había sido humillada y echada de la emisora a pesar de ser una de las profesionales más íntegras y comprometidas que conozco. El resto de los trabajadores la dejamos sola, asustados y temerosos de enfrentarnos al Director de Comunicaciones, alguien que decía que todas sus decisiones eran apoyadas absolutamente por el hermano del Comandante Chávez, quien era, en ese momento, el ministro de Cultura. A mí me dijo que él no venía a arreglar nada, que él venía a cumplir "una misión" asignada por "un personaje histórico".

Y, en plenas guarimbas, cuando más se necesitaba a una emisora política y politizada, que mantuviera en buena lid y buen ánimo a una población sometida a cercos, ataques psicológicos y amenazas físicas, la radio fue reducida a una rockola musical. Así, más de treinta programas salieron del aire por la decisión de una sola persona.

El responsable de todo esto -el Director de Comunicaciones- duró unas pocas semanas en su cargo y nunca más regresó, luego de que un anónimo hiciera justicia divina y le clavara un coñazo en un acto público por otras atrocidades que hizo en el pasado.

Después de eso y de que hubieran sacado de tan mala manera a nuestra coordinadora general, un compañero de trabajo fue asignado para ser coordinador general de la emisora. Con ayuda de todos los trabajadores, él comenzó a reconstruirla y logró que unos quince programas regresaran. Sólo para que ocurriera un nuevo cambio ministerial. Adán Chávez tuvo que irse para las elecciones de constituyentes.

La nueva ministra de Cultura se comportaba de forma muy déspota con los trabajadores. Los coordinadores queríamos exponerle todos los problemas de la emisora, que venían de varios años atrás, pero nunca nos recibió. Los operadores de la radio también tenían problemas graves: estaban a punto de estallar pues uno de ellos había renunciado, los demás estaban trabajando horas extras de gratis para hacer su turno, pero nadie firmaba el punto de cuenta para contratar al operador nuevo. Todos los canales regulares habían sido usados sin éxito. La situación llevaba varias semanas. Los operadores afectados iban a declararse en paro, pero el coordinador les pidió esperar y tratar de hablar, todos juntos, con la ministra al salir de su programa radial. Le pasaron un papelito al terminar el programa pidiéndole hablar con ella 5 minutos, pero ella no quiso alegando que estaba muy ocupada. El coordinador general se armó de paciencia y valor; tuvo que perseguirla mientras se dirigía a su vehículo y suplicarle que le escuchara dos minutos para presentarle el problema. Al final, ella escuchó de muy mala gana.

El nuevo operador al final fue contratado, pero el coordinador general perdió su cargo pocos días después, en agosto de 2017. La ministra colocó a una nueva persona en su lugar.

El nuevo coordinador general fue nuestro jefe hasta finales de febrero de 2018. Es un músico extremadamente ególatra, que decía seguir lineamientos de la ministra, del Estado Mayor de la Cultura, del Plan de la Patria y de 400 mil leyes que él mismo se había inventado. Basándose en eso, destruyó lo único que le quedaba a la emisora: la musicalización. Hizo valer su visión tradicionalista radical, que veía como maligno a cualquier género que no fuera el joropo o la trova, y que hasta descartaba canciones como "Tin Marín" de Alí Primera porque su evocación al fuego "podía afectar el subconciente de la gente" y provocar que salieran a guarimbear.

Además, los quince programas que había restaurado el coordinador general anterior -nuestro compañero de trabajo-, casi todos tuvieron que irse otra vez porque no eran compatibles con el nuevo esquema musical de la emisora, que tenían que seguir al pie de la letra. Algunos fueron sacados del aire por segunda vez en el año... ¡un irrespeto total y absurdo! Y debo aclarar que son programas que no recibían pago alguno por ser emitidos.

El personal de prensa comenzó a renunciar en 2016 por los problemas de bajos salarios. Para 2017, quedaba una sola periodista de las cinco que tenía el departamento. Quienes se iban no eran sustituidos, y la nueva gestión tampoco se preocupó mucho por recontratar personal. De 30 personas que tenía la radio en nómina, en marzo de 2018 quedamos dieciocho. De los cinco coordinadores de la emisora, sólo quedábamos dos.

Nuestro coordinador de producción, un profesional excelente, quien regularmente también ayudaba en la musicalización, locución y transmisiones de la emisora, también fue humillado y pisoteado por el nuevo coordinador general, y finalmente tuvo que renunciar en diciembre de 2017. Lo mismo con los productores, a quienes maltrataba desconociendo su profesionalismo, ordenándole hacer los micros y audios una y otra vez a pesar de que varios de ellos tenían más de 10 años de experiencia en el área. El objetivo era hacerlos obstinar hasta que renunciaran.

Esto era increíble: tres gestiones distintas en menos de un año, cada una peor que la que le precedió, destruyeron la emisora mucho más de lo que hubiera podido destruirla cualquier agente de la ultraderecha. Si al menos nos hubieran puesto de ministro a Alberto Ravell o a Carmen Ramia, hubiéramos podido enfrentarnos a ellos, protestar, hacer escándalo, encadenarnos, escribir artículos, pedir ayuda a las comunidades.

Pero esto que pasamos en 2017 fue bochornoso, asqueroso y terrible. Fue absolutamente injustificable, y un error inaceptable de parte de la Revolución Bolivariana para con un medio del Estado que siempre la ha defendido.

Me la pasaba pidiendo ayuda desesperado a personas que sólo se limitaban a escucharme estupefactos e impotentes, sin poder hacer nada sino darle a uno una palmadita en la espalda, decirnos que ellos no podían hacer nada, que había que tener paciencia o, si no aguantaba, simplemente que me fuera.

Y es que yo sé que la mayoría de quienes lean esto no me entenderán. Total, esto es sólo un trabajo. Lo normal es que, si a uno no lo gusta un trabajo, uno simplemente tiene que renunciar y buscarse otro. Y, para mí, era relativamente sencillo conseguir otro empleo.

¿Por qué no lo hice? Les explico: Formé parte de un grupo de compañeros que llegamos en agosto de 2009 a una emisora de radio que había sido abandonada por sus primeros trabajadores, quedando fuera del aire.

  • Prácticamente con las uñas la reconstruimos, aún cuando nos decían que no se podía. 
  • La pusimos en el aire, aún cuando nos decían que no tendríamos la capacidad. 
  • Luego, la migramos a software libre siguiendo un decreto del Presidente Hugo Chávez, aún cuando todos nos decían que eso no servía para radio, que no era profesional y que nunca podríamos hacerlo. Pero lo hicimos.
  • Por sentido de pertenencia, le agarramos mucho cariño a nuestro lugar de trabajo. Hoy, seguimos siendo la única radio del Estado venezolano en software libre, porque a ninguna otra le ha interesado migrarse a pesar de la existencia de una ley que obliga a hacerlo. 
  • Sus trabajadores innovaron prácticamente sin recursos, creando espacios para la formación de comunidades ("Marcando Zona"), transmisiones en vivo de eventos y conciertos sin mayores equipos, entre muchos otros logros.
  • En conclusión: eran logros de los que estábamos muy orgullosos, que no queríamos que se perdieran.
Desde 2012 hasta hoy, tras cambios y cambios de ministro, la burocracia nos quitaba cosas: nos quitaron el transporte, las horas extras, la caja chica. Siempre nos decían que "no hay dinero" cuando informábamos que algo se dañaba y se necesitaba dinero para comprar una pieza o un repuesto para que nosotros mismos lo reparáramos. Me cansé de coleccionar informes del estado de la emisora, todos con sello de recibido de las diferentes gestiones.

Gente resentida y músicos obstinados nos acusaba de querer "quedarnos con la radio", como si eso fuera posible. Nos acusaban falsamente de ser "payoleros" (cobrar a los músicos por poner sus canciones) sólo porque de vez en cuando sonaba alguna canción comercial (nunca hemos llegado al extremo de Radio Miraflores de poner Prince Royce, pero ¿quién se va a meter con Radio Miraflores? Era más sencillo atacar a una radio como Alba Ciudad).

La realidad, es que Alba Ciudad es una radio muy valiosa. Por aquí ha pasado un montón de gente: Pedro Carvajalino, Cabeza'e Mango, Luis Hugas, Pedro Ibáñez, Ildegar Gil, Gipsy Gastello, Gustavo Villapol, Osly Hernández, Pinky. Aquí hasta Jorge Rodríguez e Iris Varela tuvieron sus programas. Pedro Calzadilla y Reinaldo Iturriza, cuando ministros, echaban piropos con frecuencia a nuestro trabajo. Pero ninguno pudo arreglarla. En 9 años hemos tenido igual cantidad de ministros, ninguno ha podido durar lo suficiente. Sus trabajadores y extrabajadores, igualmente, han sido valiosos camaradas, muy conscientes de su papel como comunicadores de la revolución.

Estamos contentos porque la gestión del ministro de Cultura actual, Ernesto Villegas Poljak, al fin está realizando algunos cambios para permitir que la radio renazca. Haré todo lo posible por ayudar y quedarme mientras continúen estos ánimos positivos. Me alienta el entusiasmo de la coordinadora nueva, que comenzó hace apenas unos días. Sólo espero que ellos duren lo suficiente y no los cambien a corto plazo.

Pero créanme que ando harto, obstinado, sin ganas de volver a trabajar más nunca para el Estado ni para la Administración Pública. Hasta la semana pasada -con el jefe anterior- yo ya estaba casi decidido a irme. Estaba a punto de no volver más nunca, a desaparecerme sin carta de renuncia ni nada parecido. Ya no me importaba nada.

Me daba asco todo. Me daba asco subirme en el Metro para cruzar toda la ciudad, aguantar coñazos por una hora en trenes vueltos mierda, que se paran 10 o 15 minutos por estación, que a menudo no tienen aire y te echan un bandejazo de agua desde el techo cuando frenan. Luego, tener que llegar a trabajar a un edificio (el Archivo General de la Nación) que desde hace 4 años no tiene ascensores, y desde hace año y medio no tiene aire acondicionado. Pasar calor y arrechera. Vivir en medio de una invasión de cucarachas y chiripas, pues no hay dinero para fumigar. Aguantar la prepotencia de un músico ególatra que adoraba humillarme a mí y a mis compañeros de trabajo.

Con unos sueldos de mierda, porque algún burócrata del Ministerio de Planificación decidió que el Ministerio de la Cultura es "un ministerio clase C" porque supuestamente "no produce nada", y por lo tanto, sus trabajadores y empleados tenemos toda la razón de ser humillados con los peores sueldos y bonos de la Administración Pública.

La radio no tiene estructura de cargos y todos somos contratados a tiempo indeterminado. No tiene figura jurídica, por lo que ningún programa radial puede tener pautas publicitarias. No pueden haber ingresos propios por dar cursos o talleres. Si el ministerio no puede pagarlo, no se puede hacer nada.

Yo soy "coordinador de la página web", aunque en realidad las diferentes gestiones de Recursos Humanos se han encargado de sacarnos en cara que ni siquiera somos eso: somos "trabajadores con funciones de coordinador", pues no existimos en el manual de cargos. En 9 años, nadie ha podido cambiar esa realidad, pues es "muy complicado". Ganábamos igual que los no coordinadores, y no se nos permitía cobrar horas extras, a diferencia de ellos. Freddy Ñáñez, cuando fue ministro, se encargó de colocar una solución temporal, colocándonos un pequeño bono o encargaduría mientras se gestionaba una solución mejor. Pero la gestión que vino después dijo que eso era "ilegal", y casi nos lo quitaron.

Aunque aún tengo el bono, recién hace unos días, en febrero, me lo bajaron en casi 60 por ciento (de Bs. 180 mil quincenal a Bs. 76 mil), sin explicación alguna. En 2017 lo llamaba "el bono pollo" porque me permitía comprar un pollo al mes. Hoy, lo llamo "el bono café" porque con él me puedo pagar un cafecito de barra.

Sin embargo, a pesar de todas estas circunstancias, nunca perdimos el cariño a nuestro trabajo y al ambiente cultural. Mientras pudimos, casi todos pusimos nuestros aparatos y objetos personales (teléfonos, grabadoras, audífonos) y hasta dinero de nuestro bolsillo para mantener las cosas en pie y continuar haciendo nuestro trabajo.

Todos estábamos desmotivados, cansados, pero haciendo esfuerzos para no perder la alegría. Total, cualquiera podría ganar más dinero trabajando cómodamente desde su casa haciendo cualquier trabajo inútil, como resolver captchas o llenar encuestas, que yendo a ese asqueroso ambiente de mierda a aguantar todas esas condiciones.

¿A quién le interesa que Alba Ciudad siga siendo la primera y única radio de Estado en software libre? Porque sé, que, a la semana de irme, todos se pelearán por instalar Windows 10 en todas las computadoras y execrar "esa mierda de Linux", que hace años dejó de ser prioridad para el gobierno. En seis años, el Presidente nunca ha mencionado el tema del software libre. A ninguno de sus ministros le ha interesado el asunto. Es mucho más fácil adquirir software y tecnología por el convenio China-Venezuela, Cuba-Venezuela o cualquier otro, a tener que contratar técnicos venezolanos para que desarrollen software y soluciones tecnlógicas propias y autóctonas.


Cuando nuestros músicos tradicionales aparecen con cuatros, arpas y bandolas en mano hablando de defender la identidad venezolana -que es una lucha que comparto y apoyo absolutamente-, todos lo hacen con computadores Apple y aplicaciones ProTools bajo el brazo; a ninguno le agrada tener que experimentar con tecnologías libres, ni siquiera por el tema del costo.

¡Bendito sea el petróleo, que mientras dure, jamás será necesario desarrollarnos!

Siento que luché la más inútil de todas las luchas, mil veces más inútil que el Quijote peleando contra molinos. He resistido lo que he podido compas, pero les digo la verdad: Estoy cansado y harto. Le tengo mucha envidia a los compas que se han ido a otras instituciones, que han podido seguir su camino y están mucho más contentos.

Para nada dejaré de ser revolucionario y chavista. Pero esta lucha de resistencia dentro de la revolución, de proteger los logros para que no se desmoronen, es absolutamente absurda, desagradecida y sin propósito. Si no le importa a la mayoría de los grandes ministros que salen todo el tiempo en televisión, ¿por qué me tiene que importar a mí, que no soy nadie?

Cuiden su salud física y mental, y sean felices. Hagan lo mejor para ustedes mismos y sus familias. El Estado no es nuestra responsabilidad.

¿O estoy equivocado? ¿Fuimos los trabajadores los que hicimos mal? ¿Fuimos nosotros los que fallamos? ¿Qué es lo que se esperaba de nosotros?

En julio de 2009, Alba Ciudad salió del aire porque su entonces coordinador y un grupo de trabajadores no estuvieron de acuerdo con los cambios que hacía la gestión ministerial de aquel entonces. Renunciaron en grupo y se fueron. La radio estuvo casi un mes fuera del aire.

Esta vez, en 2017 y 2018, los trabajadores más bien resistimos en grupo un año de desastres y mantuvimos la emisora al aire.

¡No! ¡No fuimos nosotros quienes fallamos! ¡Yo más bien estoy orgulloso de mis compañeros de trabajo, tanto de los que se fueron a otros lugares, como de los que se quedaron resistiendo! Pero si estas cosas no se revisan, si hay cosas iguales o peores pasando en entes más importantes, como fábricas, industrias y similares adscritas al Estado, pues muy probablemente allí veremos las causas de que muchas de ellas no estén produciendo.

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